Sunday, June 9, 2013

Más allá del bien y del mal… y del estado laico

El debate constante sobre lo que está bien y lo que está mal ha perturbado a la humanidad durante miles de años, sin llegar a una resolución clara. Desde Aristóteles, hasta los más letrados académicos del mundo moderno la pregunta sobre qué está bien y qué está mal ha estado presente sin llegar nunca a una respuesta consensuada y clara. Pero más allá, sin ir tan lejos, uno mismo con los vecinos, familiares y amigos suele tener criterios encontrados sobre lo que considera ‘‘bueno’’ o’’ malo’’.

Una de las maneras más claras en que un grupo de personas logran definir criterios para determinar qué está bien o qué está mal es a través de la religión. No es raro escuchar hablar así de la ‘‘moral cristiana’’ o la ‘‘moral judía’’ o ‘‘islámica’’. Y esto está muy bien para asegurar una convivencia armónica entre diferentes individuos.

El problema en usar la religión para definir el bien y el mal radica en que las sociedades modernas son muy diversas. En la actualidad, son muy pocos los países en los cuales sus ciudadanos profesan un solo credo, y no es extraño que la ‘‘moral cristiana’’ entre en conflicto con la  ‘‘moral hebrea’’, la ‘‘moral islámica’’ o incluso con la ‘‘moral atea’’ (si es que se puede definir una).

Ante esto las naciones sufren constantes controversias a lo interno que dividen a sus habitantes. Temas como la fertilización in vitro, el aborto, las uniones de personas del mismo sexo suelen reprobarse o aprobarse porque están ‘‘bien o mal’’, causando enfrentamientos de los diferentes grupos sociales de una nación. Los problemas no se solucionan, pero los encontronazos se dan.

Propongo así una forma de evitar estás polémicas: no dejar que el Estado defina el bien y el mal. Al fin y al cabo la labor de este es garantizar la mejor convivencia de sus ciudadanos, no definir el bien y el mal.
¿De qué nos sirve que un gobierno promulgue una ley que prohíba acciones que no afecten la convivencia social? Si un accionar no afecta a terceros ¿Para qué impedirlo?

No quiero decir con esto que nos olvidemos de accionar con respecto a lo que creemos correcto, simplemente no siento que nuestros valores han de estar por encima de los de los demás ni tampoco siento que el estado ha de ser cómplice de esta imposición.

Inclusive, me atrevería a ir más allá y decir que el Estado no ha de prohibir acciones que sean perjudiciales a nivel social, sin tomar en cuenta los costos de dicha prohibición. La ley no asegurará por estar escrita en un papel, que las personas la van a cumplir y si no es posible hacer cumplir lo ideal,  quizás sea mejor enfocarse en alcanzar lo posible.


En fin, el Estado debería de asegurar la mejor convivencia a lo interno de sus habitantes, y estos últimos son los que en su actuar del día a día deciden qué está bien y que está mal para ellos. No se trata de repudiar la religión, se trata de definir cuales acciones recaen en cual órgano. El Estado no es Dios, ni es el dueño de la razón ni de la moral. Por esto mismo, no debe actuar como tal.

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