Monday, January 14, 2013

El camino al infierno está lleno de filantropía


A continuación un pequeño comentario sobre la siguiente frase que compartieron conmigo:   “El gobierno debe propiciar o impulsar la filantropía. Organizaciones privadas de caridad proveen servicios de manera más eficiente que el gobierno. Aún más, los donantes a estas organizaciones obtienen un beneficio en utilidad positivo relacionado con  el denominado  warm glow, en tanto que el gasto gubernamental requiere de ingresos tributarios, que disminuyen los incentivos a trabajar y reducen la eficiencia económica”.

El camino al infierno está lleno de filantropía


No es ajeno para quienes estudiamos un poco la ciencia económica aquel famoso dicho que reza: ‘‘de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno’’. Esto ya que son incontables los proyectos de desarrollo o bienestar social que, pensados en mejorar las condiciones de vida del público (o al menos de cierto sector) se presentan llenos de bombo y sonantes como la próxima solución a los problemas del mundo pero resultan en la práctica catastróficos ya que  (parafraseando a Marx) llevan en sus cimientos el germen de su propia destrucción.

Desde las políticas que llevaron a liberalizar los controles financieros y ocasionaron el colapso del 2008, hasta la caída de los estados del bienestar en los 80’s, todas las decisiones han estado motivadas por la buena voluntad de las personas y los gobiernos, pero nos han llevado a un camino de desastre. Es precisamente ante esto que nace la duda ¿Ha llegado la hora de dejar que el bienestar esté en manos del estado?

Se escucha pues entre las palabras compartidas anteriormente, que bajo los criterios de eficiencia y buscando no sacrificar el dinero de los contribuyentes, nos toca darle una pequeña palmada al gobierno en la espalda, felicitarlo por sus esfuerzos e invitarlo a retirarse de su labor filantrópica.  Es ahora la empresa privada, líder de eficiencia y raciocinio quien debe tomar los timones de tan importante labor y luchar por el beneficio de los más desprotegidos
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Más aún se busca eliminar aquella vieja premisa arraigada a la ciencia económica, que justifica la importancia del estado estableciendo que los agentes privados no tendrían incentivos para brindar los bienes y servicios necesarios que el mercado no provee. La eliminación se da creando una ‘‘nueva’’ teoría y como es costumbre, se le pone algún nombre elegante y llamativo que suene contundente en las conferencias alrededor del mundo. Se le llama ‘‘warm glow-giving’’.

Es aquí donde entra el economista James Andreoni, un creyente acérrimo de la raza humana y fiel defensor de la bondad de las personas. Quizás recordando que Adam Smith no sólo escribió La riqueza de las naciones, Andreoni, introduce un concepto que la ciencia económica había abandonado desde que el padre de la misma escribió La Teoría de los sentimientos y dice: ‘‘los seres humanos son alturistas’’ después de todo el propio Smith (antes que sus palabras fueran olvidadas y borradas por sus posteriores obras) aseguró que el ser humano tiene una tendencia a hacer el bien ya que por la capacidad de simpatizar, la felicidad de los demás resulta necesaria para la propia.

Así pues, este ‘‘Warm glow’’ hace que los agentes privados se sientan felices de lo que hacen. ¿Qué más se le puede pedir a la vida? Si el gobierno se limita a propiciar la administración de la justicia, en vez de a realizar obras de bienestar, tendremos pues un mundo hermoso, donde no nos cobran impuestos ni pasa eso tan feo que llaman ineficiencia, las personas por su propia cuenta velaran por el beneficio de los desprotegidos y lo harán con mayor eficacia que el viejo y caducado estado. Después de todo ¿Qué joven de clase alta no disfruta de realizar una fiesta de navidad con los niños de las comunidades marginales?

Llegó pues la hora de realizarlo. Tenemos el sustento teórico y la suficiente voluntad. Yo (agente privado) pienso en mi beneficio máximo sobre todas las cosas, como soy altruista, alcanzaré mayor utilidad generándole utilidad a los demás y el beneficio social aumentará, todos seremos felices. ¡Vamos pues a construir a todos una casa con ‘‘Un Techo para mi país! ¡Sólo así combatiremos la pobreza y la desigualdad! Pero justo cuando el estado está tomándose sus merecidas vacaciones de retirado en las Bahamas, empezamos a notar que algo no concuerda. Es cierto, nuestro beneficio social (definido económicamente) ha aumentado, la comunidad es más feliz, pero no pasamos a más. Nuestros indicadores de desarrollo siguen siendo paupérrimos, los problemas sociales no se solucionan y la desigualdad y la pobreza aumentan aceleradamente.

Es entonces cuando -a estas alturas del ensayo- el lector poco agudo se dará cuenta que los párrafos anteriores venían plagados de sarcasmo. Cómo dijimos al principio: ‘‘el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones’’. Así, son las mismas buenas intenciones las que llevan a los agentes privados a olvidarse que nuestra sociedad no se puede analizar estáticamente, que no es a través de la filantropía que se superan los problemas institucionales de nuestra economía. Es necesario que el crecimiento económico y el desarrollo económico se hagan presentes y ¿Qué nos asegura que lo harán?

A través de simple filantropía y altruismo no lograremos mejorar las condiciones de la población, es necesario ir más allá y adentrarnos en las teorías de crecimiento. Después de todo, no es por medio de donaciones y caridades que aseguramos el crecimiento y el desarrollo económico. ¿Acaso la buena voluntad nos traerá el capital humano y el buen funcionamiento de las Instituciones?

No pretendo, como simple estudiante de pregrado, enfrentarme a las palabras de un PhD y catedrático de la Universidad de California en San Diego, como lo es James Andreoni, mucho menos al padre de nuestra ciencia, Adam Smith. Es decir, no dudo que las personas, en efecto, puedan hacer depender su felicidad de la felicidad de las demás, no dudo que los humanos sean altruistas. Mi preocupación se basa en que esta filantropía termina donde deja de representar un beneficio para mí, es decir, esta depende exclusivamente de mi utilidad. Así las cosas, dejaré de realizar obras de caridad en el momento en que el beneficio marginal que obtengo de las mismas, por ser un ser altruista, sea menor a los costos en que incurro por ser un ser social.  ¿Qué hará entonces que mi provisión de utilidad ajena aumente con el tiempo?

Desde que Malthus escribió su ‘‘Ensayo sobre el principio de la población’’, ha quedado claro en nuestra ciencia que el crecimiento se debe analizar desde una perspectiva dinámica. Así, un aumento temporal y estático del bienestar social, no asegura crecimiento económico y, por ende, tampoco el desarrollo. Para esto es necesario un cambio de las variables que lo expliquen.

Si la filantropía nace de un acto que busca generar utilidad inmediata ¿Por qué habría alguien de obtener un verdadero compromiso con generar un cambio significativo en las variables exógenas  y endógenas que impacten verdaderamente el futuro de nuestra economía? Por supuesto que todos podemos ser felices ayudando a nuestro prójimo de vez en cuando, pero ¿estaremos todos dispuestos a dedicarnos plenamente a este cambio?

Las explicaciones del crecimiento económico, necesario para que se dé el desarrollo, no son sencillas y van desde el funcionamiento de las instituciones sociales, según Theo Eicher, hasta la formación de capital humano según, Paul Romer. No es algo que se pueda limitar a unas cuantas horas de mi ocio que utilizo para obras de beneficencia, es necesario que sea una labor de compromiso. El trabajo de mejorar, mantener y fortalecer las instituciones sociales, es una labor extenuante que por sí sola no suele generar suficiente utilidad como para que se realice fuera del ocio, mismo caso sucede con la creación de capital humano. ¿Estarán los agentes privados dispuestas a pagar más allá de su altruismo por generar estos cambios? Habrán sus excepciones, sin embargo, a modo general, la teoría económica nos diría que no.

Reducir la labor del gobierno a obras de beneficencia, es restarle el verdadero valor de un ente que, con el monopolio del poder, puede crear las condiciones para propiciar el desarrollo humano. No se trata de una simple transferencia de dinero, como muchas veces se intenta ver, se trata de un verdadero compromiso para impactar las variables que nos lleve a tener mejores indicadores, a enfrentar la pobreza y los demás problemas sociales de una manera estructural y coherente. Algo que no obtendremos al vaivén de una mano privada que funciona en beneficio propio y que, escudada en sus buenas intenciones, no genera más que aumentos transitorios del bienestar social.

De esta forma, propiciar la filantropía, como sugiere la frase, no es más que maquillar los verdaderos problemas de la sociedad. Es una excusa para des atribuir de labores al estado y beneficiar proyectos que no se traducirán en un verdadero progreso y desarrollo social. Destinar un beneficio en utilidad positivo a los agentes privados por concepto de ‘‘Warm Glow’’, no es más que, como diría un amigo, ‘‘gastar pólvora en zopilotes’’. Es decir destinar recursos a algo que se sabe, no generará el efecto que buscamos.

Si en efecto, nos liberamos de recursos estatales y disminuimos la carga tributaria, lo cual en teoría aumentaría el trabajo y la producción de la sociedad, estaríamos cayendo en el pecado de primar el beneficio social transitorio sobre el estructural. Mejoraríamos temporalmente las condiciones sociales a través de agentes privados que se puedan dedicar a la filantropía, mas no aseguraríamos un mejoramiento progresivo de las condiciones de la sociedad y de los sectores desprotegidos.

Resulta entonces claro que en efecto, la labor del estado no se debe centrar en la filantropía, sin embargo, tampoco es por esto que se debe destinar a propiciar la misma a través de beneficios privados. El estado debe permitir el crecimiento económico a través de programas que permitan efectos sobre las instituciones o la formación de capital humano. Si bien es cierto, los estados han fallado en el pasado, no por eso debemos abandonar los esfuerzos para enfocarnos en placebos que no lograrán solucionar la enfermedad de fondo. Es decir, no podemos ignorar que lo que buscamos es un progresivo mejoramiento de las condiciones de las clases desprotegidas, no un alivio temporal  a la situación actual de las mismas. No es que la filantropía esté mal, o que los agentes privados deban desistir de llevarla a cabo, pero si la utilizamos como una excusa para no afrontar nuestros verdaderos retos como sociedad, estaremos, sin duda, alguna empedrando nuestro camino al infierno.