Saturday, March 30, 2013

El rollo de los uniformes


El tema de la presentación personal en los estudiantes de secundaria ha estado en el tapete desde hace muchos años y ha tenido mayor discusión desde que tenemos un ‘‘ministro mechudo’’ dirigiendo los colegios.  Es el mismo Leonardo Garnier el que ahora vuelve a hablarnos del ‘’rollo de los uniformes’’ instando a negociar las normas de presentación personal con los estudiantes de secundaria.

La pregunta que muchos se hacen es si será necesario mantener el famoso uniforme único. Algunos dicen que no, que el uniforme no estudia y que todo eso es una tontera. Otros dicen que hay que aprender disciplina desde el colegio y que don Leo debería ‘‘apearse las mechas’’ para no dar un mal ejemplo. A mi parecer, la pregunta del uniforme único no es la adecuada. Hay temas de fondo importantes en las acciones de Garnier que merecen nuestra atención.

El llamado para definir las pautas de presentación personal en los colegios va más allá de un código de vestimenta. Se trata de un proceso de participación y dialogo con el estudiante. No es que el ministerio dice que el uniforme es así y los jóvenes acatan sin chistar, es llamar a la negociación y llegar a acuerdos que tomen en cuenta tanto al  estudiante como al profesor y a los padres de familia.

Esta idea rompe con la educación en la que muchos nos formamos. Aquella en la que el profesor siempre tenía la razón y retar su autoridad nos mandaba ‘‘a la oficina del director’’. Ahora la formación es un trabajo en conjunto que escucha y deja actuar a los estudiantes.

El ministro no sólo le está ‘‘tirando la bola’’ a los colegios. Está abriendo la oportunidad para que los jóvenes participen en la toma de las decisiones que los afectan y así, que sean ellos quienes juzguen y negocien lo que consideren mejor.

Si los uniformes diferentes traerán consecuencias negativas o positivas es algo que veremos si los centros responden al llamado de Garnier, pero que se le dé el chance a los estudiante de negociar esto con las autoridades de los colegios es una buena iniciativa. Al fin y al cabo, de esta forma, serían los propios afectados quienes tomarían las decisiones, esto siempre, en negociación y supervisión de las autoridades educativas y los padres de familia.

En fin, más allá de si vamos a permitir o no el pelo largo, debemos entender que la educación no es estricta, que los jóvenes son inteligentes y partícipes responsables de la sociedad. Más allá del rollo de los uniformes, estamos hablando de un rollo de la educación.

Thursday, March 14, 2013

El cónclave de los ateos


Soy ateo, lo digo en crudo para evitar mal entendidos. Dejando las cosas claras, hablemos de religión.

Pocos temas desatan más pasiones que los espirituales. Esto es comprensible ya que en nuestro país la religión oficial y la mayoritaria es el catolicismo. Además,  tenemos una Conferencia Episcopal  con fuerte influencia en la esfera política. Por esto mismo, la minoría no-creyente usualmente desaprobamos que las doctrinas de la Iglesia Católica se utilicen como excusa para tomar decisiones políticas. Hay -por así decirlo- una rivalidad natural entre estos sectores, una adversidad propia de la política como otras que podamos encontrar (izquierda-derecha, liberalismo-conservadurismo, por ejemplo).

Si bien es cierto, estas discrepancias resultan saludables, no se puede decir lo mismo de la reacción irrespetuosa que suele nacer en semanas como esta (en que se reúne el cónclave para elegir al sumo pontífice).  Los constantes insultos en redes sociales y la publicación de imágenes con información descontextualizada o falsa, no aportan de ninguna manera a un debate constructivo, ni ayudan a quienes nos oponemos al estado confesional. Tal parece ser que el cónclave, más que una celebración católica, resulta una oportunidad única para los ateos de arremeter contra la Iglesia Católica y cada uno de sus miembros, sin sentarse a reflexionar y distinguir entre el catolicismo como institución, como pueblo y como visión espiritual.

Desde la renuncia de Joseph Ratzinger al pontificado, los agravios y ataques al Vaticano (representación de todos los miembros de una religión como nación) y al catolicismo en general han abundado en redes sociales y demás espacios de expresión, haciendo así de este cónclave más una especie de celebración para el irrespeto de ateos que una elección del colegio de cardenales para con el pueblo católico.

Comparto el descontento con las posturas homofóbicas de Bergoglio, pero también me parece iluso haber esperado que los cardenales eligiera a un progresista para tomar la silla de San Pedro. Si bien tengo mis fuertes encontronazos al conservadurismo que lidera la Iglesia Católica, no me parece que sea lo más sano aprovechar el cónclave para arremeter contra toda la institución que representa el Papa, ignorando que muchos de los miembros son opuestos a los criterios ‘’oficiales’’ de la misma. Tampoco creo sano prejuzgar la labor de Bergoglio desde una óptica externa.

No pretendo que guardemos silencio ante los atropellos de la Iglesia Católica, pero la generalización y el insulto son formas de discriminación que se han interiorizado dentro del debate religioso, tanto para un lado como para el otro,  y desgraciadamente, en los últimos días, somos los no creyentes quienes hemos mostrado la peor cara. Decir que todos los católicos son iguales, en nada se diferencia a decir lo mismo para judíos, chinos, negros, ateos, nicas, ticos, etc.

Así pues, critiquemos la Iglesia Católica, sigamos intentando sacarla de nuestros cuerpos y nuestras aulas, condenemos a los sacerdotes pederastas y los conventos de magdalenas, luchemos por una Costa Rica seglar y un mundo donde se respeten las libertades individuales, los derechos humanos, sexuales y reproductivos. Pero no caigamos en la trampa del odio y la discriminación. Sepamos distinguir entre el catolicismo como institución, como pueblo y  como visión religiosa (tres cosas diferentes a mi parecer). No  nos apropiemos del cónclave. Es cierto, sus consecuencias nos afectan, pero al fin y al cabo la decisión de quien sea el sumo pontífice la deben tomar católicos, no ateos.