Sunday, June 23, 2013

De por qué diversos grupos cristianos no deberían oponerse a las sociedades de convivencia

El proyecto de sociedades de convivencia es sin duda alguna uno de los más polémicos que ha saltado a la luz pública en los últimos años en Costa Rica. Esta iniciativa pretende que las parejas del mismo sexo accedan a ciertos derechos que hoy en día, son exclusivos a las uniones entre un hombre y una mujer. Resulta curioso que pese a no ser un proyecto que prive de libertades a las personas (por el contrario, otorga derechos a quienes hoy no gozan de los mismos) ha encontrado fuerte oposición de  diversos sectores costarricenses.

Uno de los más frecuentes argumentos al que los grupos conservadores apelan para posicionarse en contra de este proyecto es el religioso, afirmando que la convivencia de personas no-heterosexuales es un pecado. Si bien admito, no ser una persona religiosa ni creer en alguna iglesia, este mismo argumento me parece sumamente peligroso, no sólo para quienes renunciamos a ser devotos cristianos, sino también para un amplio grupo de cristianos que no pertenecen a la religión oficial del estado: el catolicismo.

Nos guste o no, el artículo 75 de la Constitución Política de Costa Rica nos convierte en un Estado ‘‘oficialmente católico’’. Pese a esto, el propio artículo 75  garantiza el libre ejercicio  de otros cultos siempre que no se opongan a la ‘‘moral universal’’ ni a las ‘‘buenas costumbres. ’’

Admito, no ser jurista ni especialista particularmente en el  área del derecho, sin embargo la redacción de este ordinal me parece sumamente interesante, e incluso peligroso- ¿Cómo definimos que es la ‘‘moral universal’’? ¿Qué significa que el estado sea oficialmente católico? ¿Qué es una buena costumbre o una mala costumbre?

El problema de fondo con esto es que de oponernos a un proyecto de ley porque esté en contra de la religión cristiana (mayoritaria en Costa Rica) estaríamos utilizando -a mi parecer- argumentos donde afirmaríamos que existe una equiparación entre la moral de una religión y la moral universal, ya que la Constitución establece que se garantiza un libre ejercicio de cultos, siempre que estos no atenten contra la ‘‘moral universal’’, no contra la ‘‘moral cristiana’’. Esto, y el hecho de que la religión oficial del estado sea el catolicismo, daría pie para interpretar que la ‘‘moral universal’’ es la ‘‘moral católica’’.

En otras palabras, al oponernos a un proyecto de ley por razones religiosas, estaríamos estableciendo que la religión ha de ser la que tome decisiones en el país. Y al ser la religión oficial única, esta sería la que habría de primar sobre las demás –enmarcándonos siempre en la Constitución Política de Costa Rica-. Así, la adoración a María, los sacramentos de la confirmación y la primera comunión, y demás prácticas arraigadas al amoral católica que no comparten otros sectores cristianos, habrían de formar parte de la moral que prime en las directrices estatales.

Darle rienda a que un argumento religioso se imponga en la toma de decisiones de este país, sentaría un precedente para que en un futuro se mida bajo la misma vara otras actitudes contrarias a la moral católica. Y si bien es cierto, esto no es algo absoluto (la jurisprudencia no es vinculante en Costa Rica) si resulta ser peligroso).

Establecer que las sociedades de convivencia no proceden por ser pecado ante mi religión, no se diferenciaría en nada –a mi parecer- a prohibir el consumo de alcohol o de carne de cerdo por ser un acto condenado ante los ojos de diversas religiones. 

Así, mi posición particular es que la labor del estado (indiferentemente de nuestro credo)debería limitarse a  garantizar laconvivencia pacífica entre ciudadanos y no imponer ni los preceptos de una religión sobre los de otra, ni el culto oficial sobre los derechos y las libertades individuales. No es labor del estado decirle a las personas la forma en que deben de seguir sus vidas o establecer una sola moral para determinar sus leyes. Si lo es sin embargo, permitir el ejercicio pleno de los derechos de las personas y garantizar las libertades individuales de cada uno de los ciudadanos.

Friday, June 14, 2013

De esos momentos que nos regala el deporte

No todos nacen con la pasión de seguir un deporte, o particularmente de vivir el futbol. No todos gritan cada gol con su alma, se abrazan cuando nuestro equipo obtiene un triunfo histórico de visita o sufren cuando un empate de último momento nos deja fuera del mundial.  Cada cual tendrá sus pasiones y disfrutara de sus momentos en ellas. Lo que si todos podemos vivir, nos guste o no el deporte, son los momentos humanos que nos traen estas competencias.

Desde tiempos antiguos, los deportes nos han arrancado las lágrimas, nos han dejado con el corazón en la mano y han sacado lo mejor de nosotros. El coraje, la fuerza, la determinación, la disciplina, la pasión… en fin, ejemplos sobran. Podríamos hablar de un Dereck Redmond que tras haber entrenado toda su vida sufrió una lesión en su tendón de Aquiles en las olimpiadas, pero decidió acabar su carrera de atletismo (de último lugar) en los brazos de su padre. Podríamos hablar de un Eric Abidal que se recuperó de un tumor en el hígado para ganar la champions con el Barcelona. Podríamos hablar de un Peyton Manning y un Adrian Peterson que tras sufrir lesiones dignas de acabar la carrera de cualquier jugador, volvieron en un mismo año para tener una de las mejores temporadas de sus vidas o incluso podríamos hablar de un Muhammed Alí que durante 4 años fue despojado de su título y su licencia de boxeo por negarse a participar en laGuerra de Vietnam.

En fin… Ejemplos sobran, pero particularmente hoy, quisiera recordar uno que no se debe a los atletas, sino a los hinchas. Hoy se cumple un año de uno de los momentos más hermosos de la historia del futbol.

Ocurrió en medio de la competencia europea más importante de este deporte, la Eurocopa, celebrada cada 4 años. En el 2012, los países de Polonia y Ucrania fueron anfitriones de esta fiesta, en la cual, el 14 de junio se enfrentaron las selecciones de España y de Irlanda.

El conjunto rojo, con su vistoso y apabullante juego de tiki-taka (al cual le deben dos campeonatos europeos y uno mundial) logró con facilidad imponerse al incipiente futbol irlandés. El resultado fue un perfecto reflejo del partido, con un indiscutible 4 -0, los verdes estaban afuera de su segunda participación en la Eurocopa, y su primera en más de 10 años.

Fue en este momento, en los últimos 10 minutos, cuando todo estaba perdido que el estadio de Gdansk Arena, Polonia, se puso de pie y cantó eufóricamente, pero lejos de ser los ibéricos celebrando su pase a la segunda ronda, eran los isleños quienes entonaban con todas las fuerzas de sus pulmones el apoyo incondicional a su selección.




El pitazo final cerró el capítulo verde en la Eurocopa, pero sus hinchas se mantuvieron por más de 5 minutos cantando ‘‘The Fields of Athenry’’ una balada tradicional irlandesa, que narra la historia de Michael, un joven que es sentenciado a servir en la prisión de la bahía de Australia, tras robar alimentos para su familia en medio de la Gran Hambruna.



Fue de esta forma que los irlandeses dieron una lección al mundo, una lección de apoyo incondicional, de arraigo, de dignidad. Nos recordaron que los hinchas somos el verdadero equipo y que nunca hay que bajar la cabeza (ni siquiera cuando perdamos 4 a 0) una lección que el pueblo de San Patricio ha aprendido por las malas.

Irlanda es una nación que tiene razones de sobra para estar orgullosa, lucharon por más de 300 años su Independencia, tras sufrir guerras y hambrunas constantes, se han negado a perder su cultura, sus tradiciones y hasta su idioma (aún se habla el gaélico irlandés y se está rescatando). Quizás el futbol no sea su fuerte, pero con excepcionales poetas, dramaturgos y novelistas, con valientes leyendas y un riquísimo folclor, con algunas de las más hermosas tonadas del mundo a sus espaldas ¿porqué habrían de avergonzarse de un 4-0 contra España?

Es por todo eso y mucho más que hoy quiero recordar este momento. Uno de los momentos más hermosos que el deporte me ha dado en mi aún corta vida, porque esos hinchas nos recordaron que, más allá de la cancha, de los goles y del juego, más allá del resultado, los deportes son parte de nuestra cultura, y de nuestra condición humana. nos recordaron que, como humanos, podemos caer, perder por una arrasadora diferencia, quedar eliminados y apagar nuestros sueños, pero como humanos, también nos podremos levantar, y si nos levantamos con solidaridad, apoyándonos unos a otros con valentía, lo haremos con mucha más dignidad y fortaleza.


¡Gracias afición verde! ¡Gracias Irlanda!

Sunday, June 9, 2013

Más allá del bien y del mal… y del estado laico

El debate constante sobre lo que está bien y lo que está mal ha perturbado a la humanidad durante miles de años, sin llegar a una resolución clara. Desde Aristóteles, hasta los más letrados académicos del mundo moderno la pregunta sobre qué está bien y qué está mal ha estado presente sin llegar nunca a una respuesta consensuada y clara. Pero más allá, sin ir tan lejos, uno mismo con los vecinos, familiares y amigos suele tener criterios encontrados sobre lo que considera ‘‘bueno’’ o’’ malo’’.

Una de las maneras más claras en que un grupo de personas logran definir criterios para determinar qué está bien o qué está mal es a través de la religión. No es raro escuchar hablar así de la ‘‘moral cristiana’’ o la ‘‘moral judía’’ o ‘‘islámica’’. Y esto está muy bien para asegurar una convivencia armónica entre diferentes individuos.

El problema en usar la religión para definir el bien y el mal radica en que las sociedades modernas son muy diversas. En la actualidad, son muy pocos los países en los cuales sus ciudadanos profesan un solo credo, y no es extraño que la ‘‘moral cristiana’’ entre en conflicto con la  ‘‘moral hebrea’’, la ‘‘moral islámica’’ o incluso con la ‘‘moral atea’’ (si es que se puede definir una).

Ante esto las naciones sufren constantes controversias a lo interno que dividen a sus habitantes. Temas como la fertilización in vitro, el aborto, las uniones de personas del mismo sexo suelen reprobarse o aprobarse porque están ‘‘bien o mal’’, causando enfrentamientos de los diferentes grupos sociales de una nación. Los problemas no se solucionan, pero los encontronazos se dan.

Propongo así una forma de evitar estás polémicas: no dejar que el Estado defina el bien y el mal. Al fin y al cabo la labor de este es garantizar la mejor convivencia de sus ciudadanos, no definir el bien y el mal.
¿De qué nos sirve que un gobierno promulgue una ley que prohíba acciones que no afecten la convivencia social? Si un accionar no afecta a terceros ¿Para qué impedirlo?

No quiero decir con esto que nos olvidemos de accionar con respecto a lo que creemos correcto, simplemente no siento que nuestros valores han de estar por encima de los de los demás ni tampoco siento que el estado ha de ser cómplice de esta imposición.

Inclusive, me atrevería a ir más allá y decir que el Estado no ha de prohibir acciones que sean perjudiciales a nivel social, sin tomar en cuenta los costos de dicha prohibición. La ley no asegurará por estar escrita en un papel, que las personas la van a cumplir y si no es posible hacer cumplir lo ideal,  quizás sea mejor enfocarse en alcanzar lo posible.


En fin, el Estado debería de asegurar la mejor convivencia a lo interno de sus habitantes, y estos últimos son los que en su actuar del día a día deciden qué está bien y que está mal para ellos. No se trata de repudiar la religión, se trata de definir cuales acciones recaen en cual órgano. El Estado no es Dios, ni es el dueño de la razón ni de la moral. Por esto mismo, no debe actuar como tal.