Sunday, March 29, 2015

Dalian 1: Experiencia al llegar.


Desde hace algunos meses tuve la oportunidad de venir a China a estudiar mandarín con una beca gubernamental. He tomado notas de lo que ha pasado en estos meses, y decidí publicar algunas de ellas por esta vía. Esta es la primera. :).

En los aeropuertos nunca es de mañana, ni de tarde, ni de noche. Las horas simplemente pasan y los aviones salen y vuelven. Son lugares llenos de despedidas, bienvenidas e historias que se cuelan entre el papeleo y los chequeos de seguridad. Así es en América y en Asia desde inicios de los 2000. Uno tiene que dejar las emociones de lado y poner cara de piedra para pasar por el exhaustivo viacrucis que es salir del país.

Tratando de que el hogar quepa en una maleta me aventuré por treinta horas de recovecos y aerolíneas para cruzar el pacífico y llegar a Dalian,  un pequeño puerto (pero gran ciudad) en la provincia de Liaoning al norte de China, junto a la Península de Corea. Primero tuve que llegar a Houston y esperar 7 horas - más que suficiente para tomarme una IPA y ver al equipo de San Francisco ganarle a los Texans en pretemporada-  montarme en un avión y caer redondo en el sueño porque el cansancio le ganó la partida a la comodidad. Unas horas después pero sintiéndome significativamente más avejentado y tras un vuelo que no quería salir de Beijing, Salí de las estaciones de viaje y un letrero proyectado con una aplicación para tablet decía mi nombre. Hasta entonces nunca le había encontrado utilidad a esas aplicaciones.

El conductor no sabía mucho inglés, pero le tenía que pagar 60 yuanes al llegar a Huanghe Road 850, dirección de la Universidad Normal de Liaoning. Podía leer el Huanghe en las calles y eso me tranquilizaba.  En la recepción de las residencias internacionales no se habla inglés ni español… en ningún lugar de China se habla mucho inglés o español, sólo tal vez en Shanghai.


Quizás algún dios perdonó el hecho de que no creo en él y me puso en el camino un escuálido chino que se hacía llamar Sam  y hablaba inglés. Gracias a su manejo del mandarín y el inglés pude satisfacer la primera de mis necesidades, comida. Luego dí unas vueltas guiadas por la zona y volví a mi cuarto, donde no había entrado para no despertar a mi compañero de cuarto. Decidí que las 3 de la tarde ya no era hora para que estuviera durmiendo y empecé a asentarme, nos presentamos, un tal Steven de Siberia también bajándose del avión, no habla muy bien inglés, pero de alguna forma nos comunicamos.  El cuerpo no dio para aguantar más de las cuatro de la tarde y nos dormimos hasta las 4 de la mañana del día siguiente Así empezó la aventura del otro lado del mundo.