Thursday, February 8, 2018

¿Llegó la hora de hablar de una Tercera República?


Una institución se podría definir como un concepto que se crea para llegar a un consenso.  Nosotros (los humanos) creamos el concepto de ley, por ejemplo, para determinar límites que todos debemos cumplir, creamos el concepto de país, para definir límites entre pueblos, y así podemos seguir nombrando hasta el infinito. Es por esto que las instituciones deben estar al servicio de los individuos y la sociedad ( y no al revés).  Es difícil justificar que una institución (o cómo veamos esta institución) se mantenga por el simple hecho de mantenerse, mas si esta ya no cumple su propósito o se puede replantear y/o reformular de manera que lo cumpla mejor.

Bajo esta idea, me nace la necesidad de replantearme una de las instituciones (o más bien un conjunto de instituciones) que pese a haberle dado muchísimo al país, creo está agotada: La Segunda República.

Quizás para entender, vale la pena hablar un poco de historia. 1948 es el año que marca la historia política moderna de nuestro país. Tras la Guerra Civil, el país pasa por un relativamente rápido (y relativamente pacífico) proceso de reconciliación que culmina con la Segunda República, la cual se consolida con la Constitución Política actual. Hasta cierto punto, con todas las objeciones que se pue den hacer al respecto, este fue un proceso de dialogo que buscó formar las base para que un país, con dos coaliciones políticas claramente definidas y opuestas, pudiera funcionar.

Fueron en gran medida los acuerdos tomados en ese entonces los que garantizaron la estabilidad de Costa Rica por las décadas venideras y fue la Constitución Política la que aseguró que las dos grandes alianzas políticas (los figueristas -de Pepe- que tomaron la Social Democracia como su ideal y los calderonistas -de Calderón Guardia- que se unificaron bajo la bandera Social Cristiana) pudieran trabajar en conjunto. Pese a las dificultades económicas, políticas y sociales, este pacto nos mantuvo unidos y nos mantuvo estables, pero como todo pacto, es producto de un contexto.

Hoy ese contexto no existe. Ya desde hace 18 años, empezando con la irrupción del PAC en la política costarricense en el 2002, el bipartidismo costarricense se fracturó. Poco a poco fuerzas políticas menores han tomado cada vez más fuerza y han jugado un papel más importante en el Primer Poder de la República. Las Asambleas Legislativas son cada vez más fracturadas, ya la administración actual fue la primera en gobernar sin mayoría en el Congreso, y la próxima tendrá un escenario aún más dividido-indiferentemente de quien gane la segunda ronda-. La tendencia, lejos de regresar al bipartidismo, es la de convertirse cada vez más en un sistema multipartidario, sin embargo, nuestras instituciones siguen siendo las mismas que se conceptualizaron en 1948. Tenemos una Constitución Política pensada para un país con dos fuerzas políticas dominantes, pese a que hoy es imposible comprender la realidad nacional sin hablar (cuando mínimo) de 5.

Las consecuencias de esto son palpables desde hace mucho. Un reglamento legislativo, un sistema electoral y un sistema de balances y contrapesos pensado en tan sólo dos corrientes políticas se complica cuando pasamos a 5. Los canales de negociación y de forma expedita de decisiones no existen, y el accionar se torna lento y difícil. Leyes y modificaciones urgentes que necesitan aprobarse en días, toman años y creo que hablo por todos cuando digo que las consecuencias las hemos sufrido hasta en el día a día.

Ante esta situación, veo dos caminos posibles. Uno es mantenerse en un régimen presidencialista y emigrar a una política de coaliciones implícitas que se formarían con visiones opuestas de mundo En otras palabras dos macro-partidos que incluyan diferentes partidos políticos en sus filas (parecido a como hoy es Estados Unidos). El otro o migrar a un régimen parlamentario (parecido a como es la mayor parte de Europa). Este último es el que creo debemos tomar.

En resumen (muy simplista), en un régimen parlamentario uno no vota por el Presidente y los diputados de manera aparte, sino que vota por los diputados y estos eligen al Primer Ministro. En casi todos los casos  (no me atrevo a decir que todos)  los partidos establecen previamente quien llegaría a ser Primer Ministro de ganar las elecciones, de esta forma el electorado sabe por quién está votando.

En esta modalidad, el jefe de estado (Primer Ministro) debe obtener la aprobación del congreso y puede ser depuesto por el mismo. El gobierno ejecutivo se hace con coaliciones y negociando propuestas de ley, propuestas, puestos de gobierno y en general proyectos país. Requiere más cultura de consensos, pero también (una vez que se alcancen los mismos) es más ejecutivo y da mucho menos incentivos para oponerse a propuestas de partidos políticos adversos, sólo porque la propusieron partidos políticos adversos.

Quien llegue a ser Presidente de Costa Rica hoy, no enfrenta un clima de negociación diferente. El Congreso está quebrado y lo seguirá estando, llegó la hora de admitir que el bipartidismo ha llegado a su fin. ¿Será que la Constitución Política que se gestó para gobernar un país bipartidismo deba llegar también a su fin? ¿Llegó la hora de hablar de una Tercera República?