No todos nacen con la pasión de seguir un deporte, o particularmente de
vivir el futbol. No todos gritan cada gol con su alma, se abrazan cuando nuestro
equipo obtiene un triunfo histórico de visita o sufren cuando un empate de
último momento nos deja fuera del mundial. Cada cual tendrá sus pasiones y disfrutara de
sus momentos en ellas. Lo que si todos podemos vivir, nos guste o no el
deporte, son los momentos humanos que nos traen estas competencias.
Desde tiempos antiguos, los deportes nos han arrancado las lágrimas, nos han
dejado con el corazón en la mano y han sacado lo mejor de nosotros. El coraje,
la fuerza, la determinación, la disciplina, la pasión… en fin, ejemplos sobran.
Podríamos hablar de un Dereck Redmond que tras haber entrenado toda su vida
sufrió una lesión en su tendón de Aquiles en las olimpiadas, pero decidió
acabar su carrera de atletismo (de último lugar) en los brazos de su padre.
Podríamos hablar de un Eric Abidal que se recuperó de un tumor en el hígado
para ganar la champions con el Barcelona. Podríamos hablar de un Peyton Manning
y un Adrian Peterson que tras sufrir lesiones dignas de acabar la carrera de cualquier
jugador, volvieron en un mismo año para tener una de las mejores temporadas de
sus vidas o incluso podríamos hablar de un Muhammed Alí que durante 4 años fue
despojado de su título y su licencia de boxeo por negarse a participar en laGuerra de Vietnam.
En fin… Ejemplos sobran, pero particularmente hoy, quisiera recordar uno
que no se debe a los atletas, sino a los hinchas. Hoy se cumple un año de uno
de los momentos más hermosos de la historia del futbol.
Ocurrió en medio de la competencia europea más importante de este deporte, la
Eurocopa, celebrada cada 4 años. En el 2012, los países de Polonia y Ucrania
fueron anfitriones de esta fiesta, en la cual, el 14 de junio se enfrentaron
las selecciones de España y de Irlanda.
El conjunto rojo, con su vistoso y apabullante juego de tiki-taka (al cual
le deben dos campeonatos europeos y uno mundial) logró con facilidad imponerse
al incipiente futbol irlandés. El resultado fue un perfecto reflejo del partido,
con un indiscutible 4 -0, los verdes estaban afuera de su segunda participación
en la Eurocopa, y su primera en más de 10 años.
Fue en este momento, en los últimos 10 minutos, cuando todo estaba perdido
que el estadio de Gdansk Arena, Polonia, se puso de pie y cantó eufóricamente,
pero lejos de ser los ibéricos celebrando su pase a la segunda ronda, eran los
isleños quienes entonaban con todas las fuerzas de sus pulmones el apoyo
incondicional a su selección.
El pitazo final cerró el capítulo verde en la Eurocopa, pero sus hinchas se
mantuvieron por más de 5 minutos cantando ‘‘The Fields of Athenry’’ una balada
tradicional irlandesa, que narra la historia de Michael, un joven que es
sentenciado a servir en la prisión de la bahía de Australia, tras robar
alimentos para su familia en medio de la Gran Hambruna.
Fue de esta forma que los irlandeses dieron una lección al mundo, una
lección de apoyo incondicional, de arraigo, de dignidad. Nos recordaron que los
hinchas somos el verdadero equipo y que nunca hay que bajar la cabeza (ni siquiera
cuando perdamos 4 a 0) una lección que el pueblo de San Patricio ha aprendido
por las malas.
Irlanda es una nación que tiene razones de sobra para estar orgullosa, lucharon
por más de 300 años su Independencia, tras sufrir guerras y hambrunas
constantes, se han negado a perder su cultura, sus tradiciones y hasta su
idioma (aún se habla el gaélico irlandés y se está rescatando). Quizás el
futbol no sea su fuerte, pero con excepcionales poetas, dramaturgos y novelistas,
con valientes leyendas y un riquísimo folclor, con algunas de las más hermosas
tonadas del mundo a sus espaldas ¿porqué habrían de avergonzarse de un 4-0
contra España?
Es por todo eso y mucho más que hoy quiero recordar este momento. Uno de
los momentos más hermosos que el deporte me ha dado en mi aún corta vida,
porque esos hinchas nos recordaron que, más allá de la cancha, de los goles y
del juego, más allá del resultado, los deportes son parte de nuestra cultura, y
de nuestra condición humana. nos recordaron que, como humanos, podemos caer,
perder por una arrasadora diferencia, quedar eliminados y apagar nuestros
sueños, pero como humanos, también nos podremos levantar, y si nos levantamos
con solidaridad, apoyándonos unos a otros con valentía, lo haremos con mucha
más dignidad y fortaleza.
¡Gracias afición verde! ¡Gracias Irlanda!
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