Valeria (identidad protegida) camina por San José con la esperanza de que
no le griten improperios, de que no la miren con indecencia, de que su día
continúe tranquilamente, pero, al igual que cualquier mujer costarricense, sabe
que las probabilidades están en su contra. Lo más seguro es que recibirá un
pequeño recuerdo de un pasado que ha luchado mucho tiempo por enterrar.
De muy niña, una persona de confianza quiso
apropiarse de su cuerpo. Más de veinte años después, las cicatrices de esa
noche todavía duelen. Aun cuando su cara no lo muestre y su vida transcurra
como la de cualquier joven profesional exitosa, este ‘‘monstruo’’ reaparece
cada vez que desconocidos (con ‘‘piropos’’, miradas y hasta intentos de
tocarla) reclaman un pedazo de su intimidad. Tras los eventos alrededor de la
publicación en redes hecha por Gerardo Cruz, Valeria decidió compartir un texto y unas
cuantas palabras sobre su historia y el tema del acoso callejero.
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Me dijo: “Tengo un monstruo en el armario
tendrás que acompañarme hasta la cama
no pienses que estoy loca, no hagas caso
son restos de una infancia mal curada”
Tranquila con los medios no se juega
y a mí la oscuridad ya no me asusta
termínate la copa y vamos fuera
no voy a abandonarte a estas alturas.
Luis Ramiro
Vivo con un monstruo en el armario
se mudó la noche vieja que anticipaba el amanecer de 1995.
A veces se ocultaba tan bien que lograba olvidarlo por un tiempo
pero regresaba. Y con él el miedo.
Lo tuve tan cerca, lo observé tanto, le temí tanto
que descifré su fortaleza: el silencio.
Yo no soy la única que tiene que convivir con él
yo no soy la única a la que quebraron,
yo no soy la única que sintió miedo y guardó silencio.
Cada agresión es un nuevo espacio abierto en el armario
y cada silencio permite al mercado de bienes raíces expandirse
no nos permitamos ser agentes del miedo.
Cuando tenía 4 años un familiar político me abusó, amenazó con lastimar a mi familia si yo decía algo. Es un gran secreto para una niña tan pequeña. Fue ahí cuando el monstruo se mudó conmigo. Un año exacto después, cuando regresamos al mismo lugar a la tradicional noche vieja tuve un ataque de pánico. Las personas a las que les conté me obligaron a guardar silencio para proteger la estabilidad de la familia, para evitar una ruptura. Pero ese silencio tuvo un alto precio, me dejó rota por dentro.
Las agresiones se dan todos los días, como oscuros secretos o como gritos en la calle. Y el silencio es su mayor cómplice.
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¿Cómo podemos ligar lo que a vos te
pasó con el tema del acoso callejero?
En
lo que a mí respecta, creo que la violencia sexual contra la mujer
empieza demasiado pequeñas y creo que la gente no termina de entender que el
acoso callejero es una agresión sexual tan reprochable como cualquier otra
agresión. Si querés que te cuente una historia de acoso callejero yo tengo ocho
mil, pero creo que esta (la que compartí) es la que más me afecta.
Cuando te han pasado este tipo de
situaciones ¿Qué tanto te hace recordar o te golpea en el sentido de la
agresión que sufriste?
Creo que mucho, porque siempre es como
un recordatorio ¿sabés? Es cómo un recordatorio de que alguien más quiere
poseer el cuerpo tuyo y de que alguien más quiere hacerte un daño o que te imagina de una manera que no quieres que lo
haga. Cada vez que pasa es inmediatamente un recordatorio, por más que quiera
evitarlo.
Por lo menos a mí me da mucho miedo todo
el tiempo, porque no sé hasta qué punto
estas personas que te dicen esto en la calle también le están haciendo un daño
a alguien en otro ámbito. No sé en qué punto se detiene esto.
Lo que te entiendo es que este tipo
de cosas proyectan lo que te pasó a vos, o sea lo ves como parte de un mismo
problema, como parte de un todo…
Sí, ambas son agresiones sexuales, ya
sea un grito en la calle o lo que me sucedió a mí, entonces yo creo que
inevitablemente cuando alguien sale gritándome en la calle, cuando alguien
quiere poseer mi cuerpo con palabras, irremediablemente lo veo ligado a lo que
me sucedió; porque así es, siento agredida mi intimidad. Siento la misma
impotencia de no estar protegida, de no poder hacer nada, y además siento miedo
de que esa persona que me está agrediendo en la calle en ese momento es un
potencial agresor en todo sentido.
Cómo que nunca sabés en qué momento se
detiene esa cadena. Da impotencia y miedo definitivamente un recuerdo a lo que
me sucedió. La ley nunca me pudo respaldar cuando a mi me sucedió lo que me
sucedió y no me respalda ahora con el acoso callejero tampoco, entonces siempre
terminás sintiéndote indefensa ante una agresión sexual en cualquier ámbito. En
el ámbito íntimo o en el de la calle.
¿Qué tan a menudo sentís que te ves
expuesta a este tipo de situaciones donde te sentís impotente y agredida?
Pasa cada vez que caminas por la calle,
si pusiéramos un contador, sería absurda la cantidad de veces a la semana que
escuchás un improperio de alguien en la calle. Incluso terminás tomando decisiones en función
de evitar agresiones, a veces prefiero ir en carro solamente para evitarme esas
molestias y terminás así, encerrándote.
Creo que el principal problema es ese,
es una cuestión cultural que, al final de cuentas, uno termina tomando medidas para protegerse
una, en vez de poner las demandas porque el país no tiene ningún tipo de
acogimiento legal que sea realmente efectivo para estas situaciones. Es decir,
podés poner una demanda, yo he puesto un montón pero de ahí a que realmente
concluya en algo… nunca pasa. Entonces es una cuestión súper repetitiva y hasta
que no hagamos algo para solucionarlo en serio y hasta que no haya un marco legal
que acoja el acoso como algo serio, creo que las mujeres vamos a seguir escondiéndonos.
Yo sé que esas cosas hay que
enfrentarlas pero realmente es super difícil, especialmente cuando ya tienes
una situación detrás que te afecta mucho. Es super difícil enfrentarse a esto siempre
y ser fuerte. A veces uno simplemente no está en el humor y prefiere irse en
carro.
¿Ha habido alguna situación
particular que te haya llevado a
recordar lo que te pasó o que te haya llamado la atención por ser más
agresiva de lo común en el ámbito público?
Creo que hay varios niveles. A veces te
gritan cosas y te dicen algo cochino y creo que ese es como el nivel más bajo
al que estas expuesta. Ya algo más agresivo es cuando intentan tocarte, te
tocan el trasero, tratan de tocarte una teta en el camino, y creo que ya ahí es
mucho más fuerte. Recuerdo una vez en la Avenida Central que un chavalo se me
lanzó encima para tocarme y sí, definitivamente cuando ya pasa al ámbito físico
se vuelve mucho más agresivo que cuando te están nada más diciendo obsenidades.
Obviamente en ninguno de los casos es justificable pero sí se vuelve más físico
es más fuerte, y eso es mucho más difícil de manejar para mí porque me recuerda
la agresión que tuve. Obviamente, aún si eso no hubiera sucedido (el abuso
cuando era niña) ya una agresión sexual física es muhco más intimidante.
¿Alguna vez te has enfrentado a las
personas que te gritan o te intentan tocar?
Así como golpearlos no, he gritado, una
vez empecé a gritar fuego porque es lo que siempre te recomiendan que grités,
porque la gente no ayuda cuando gritas auxilio.
Otra vez que había un chavalo en el bus
que estaba tratando de restregarse conmigo, era sumamente asqueroso, esa vez
recuerdo que traté de quitarme y nunca dije nada. Todavía cuando vuelvo a
pensar en esa ocasión como que me arrepiento de haber tomado esa decisión, como
que debí de haberlo expuesto y haber dicho algo.
Creo que violentamente no reaccionaría a
menos que ya estuviera en riesgo mi persona, aprendí MMA y técnicas de defensa personal
como parte de enfrentar y superar mi pasado y eso me da más tranquilidad ahora.
Una reacción violenta sería en caso de que se esté violentando físicamente mi
intimidad y que necesite defenderme, pero si los he expuesto algunas veces. Me
causa un poco de ansiedad eso de gritar en la calle, me hace sentir muy
expuesta a mí también.
¿Si pudieras describirme cómo es el
sentimiento justo después de haber vivido estas situaciones, cómo lo harías?
Creo que es una mezcla de sentimientos,
por un lado te sentís frustrada de no sentir que podás hacer algo realmente
útil para que esto se detenga. Me siento también enojada porque es alguien que
está tratando de meterse con mi intimidad y está tratando de tomar posesión de mi
cuerpo. Me siento triste porque empiezo a perder la esperanza en que estas
cosas cambien y creo que más que todo es frustración y dolor de que estas cosas
sucedan y de que las mujeres nos veamos violentadas todo el tiempo y de que no
podamos hacer nada. Es una frustración súper fea.
Y con la situación que ocurrió de
Gerardo Cruz* en las pasadas semanas ¿Cómo te sentiste?
Ojalá que la gente no termine por
olvidar esto, pero la memoria a veces suele ser muy breve. Me alegró mucho que
se pudiera poner en la agenda el hecho del acoso callejero, pero la situación a
la vez me entristeció mucho. El tema del acoso callejero y de cualquier
agresión sexual es algo que para mí es muy sensible, y cuando empecé a leer los
comentarios de la gente culpando a las mujeres y a ver los acercamientos de los
medios con esas noticias victimizando al agresor, no sé si me terminé por
defraudar o si me quedó algo de esperanza, porque yo creo que mucha gente si se
cuestionó lo que estaba sucediendo, y se habló del tema y se analizó por lo
menos.
Pero fue triste porque vi muchos
comentarios de pesonas que decían: ‘‘bueno si pero esas personas son víctimas
también’’ o “ellas andan chinguitas en la calle..’’ Es como absurda esa forma
de pensar. Yo veo un chavalo sin camiseta corriendo por la sabana y no le grito
‘‘papi rico lo que sea…’’
Tal vez estoy sesgada porque me afectan
más los comentarios negativos y los engrandezco más, pero si vi que demasiadas
reacciones terminaron por volver a culpar a las mujeres de esto. Si bien el
tema se puso en la agenda nacional creo que muchas mujeres terminaron por tener
más miedo, porque recuerdo escuchar a un familiar decir: ‘‘bueno vea lo que
pasa a las mujeres por andar chingoletas.’’
Al final lo que todo este boom
mediático del caso de Gerardo fue que todos nos sintiéramos inseguros, porque
inicialmente él solo lo puso en en la agenda pero luego terminó siendo
apuñalado, entonces eso genera una sensación de muchísima más inseguridad y las
autoridades no pudieron, o no han podido, esclarecer que fue lo que sucedió y
dar justicia.
Todos hablamos de esto y dijimos cuan
injusto era, pero al final de cuentas, el chavalo que grabó a la chica no fue
acusado, Gerardo terminó en el hospital apuñalado, sus hijos no tendrán con
ellos a su papá. Y las mujeres terminamos sintiendo al final es que hay un
problema, todos lo reconocemos y ya… terminás igual, terminás con las mismas
herramientas que empezaste, sabiendo que hay un poco de puercos en la calle que
pasan haciendo y diciendo cosas asquerosas,
que te quieren grabar, que te quieren decir cosas, que te quieren manosear
y sin ninguna herramienta para
combatirlo porque no podés acudir a ningún marco legal efectivo. Cuando hacés
una demanda tenés que esperarte como 6 u o 8 meses y creo que las estadísticas
dicen que como un 25% o menos de esos casos son los que terminan en alguna
condena y el resto se quedan tirados, y yo quisiera saber cuantos son los casos
que realmente se demandan de los que suceden todos los días.
Si bien me pareció grandioso que se pusiera en
la agenda publica el tema, me terminó pareciendo como algo pasajero, me
desesperanzó en realidad porque terminó siendo
una situación en que las personas víctimas salieron perdiendo y no hubo
ningún movimiento legal.
Y creo que va más allá, por ejemplo
cuando yo tenía cinco años me abusaron y mi mamá y mi tío por guardar el
equilibrio de la familia me dijeron que no podía decir nada a nadie más, ni de
la familia ni fuera. Ya más grande, cuando las repercusiones de lo que había
sucedido se volvían más grandes que yo, tuve que sacarlo de mi sistema. Recuerdo
que fui a la policía y puse la denuncia, y me dijeron que habían pasado diez
años de lo sucedido y el crimen estaba prescrito. Y recuerdo al oficial
diciéndome que de todas maneras las posibilidades de que la denuncia se hubiera
convertido en sentencia si la hubiera hecho cuando sucedió la agresión, eran
mínimas. Y lo que me recomendó fue tomar la justicia por mi cuenta. Y recuerdo
al oficial diciéndome eso y yo perpleja.
Yo entiendo que ya pasó pero ¡cómo los
mismos oficiales de entrada pueden decirte que el sistema legal que existe no
te protege y no te hubiera protegido en ese entonces! Creo que al final eso es
lo que me deja toda la situación de Gerardo, sentir que no hay nada en Costa
Rica que proteja a las mujeres de esto y que a pesar de que se puso el tema en
agenda, no apareció ninguna propuesta que nos proteja más adelante.
A mí me gustaría de verdad hacer algo,
en este momento yo no me siento tan estable emocionalmente como para abrir esa
herida todavía de manera tan expuesta, pero si quisiera, eventualmente, que
pudiéramos dejar el tabú y que la gente estuviera mucho más dispuesta en estos
temas, dispuesta a proponer algo y a escuchar sin prejuicios. Yo creo que si
culturalmente no cambiamos y si legalmente no establecemos un marco que permita
el castigo de estas situaciones, no va a cambiar nada.
El silencio que solemos guardar cuando
estas cosas pasan es lo más difícil de asumir y el principal enemigo, guardamos
silencio cuando a alguien le gritan improperios en la calle, mi familia me
pidió que guardara silencio cuando me agredieron, y ese silencio y esa falta de
marco legal y el desinterés del gobierno y de la gente por concretar un marco
legal que nos proteja es lo más difícil de asumir después de que se pusiera el
tema en agenda.