Supongamos
por un momento que yo me convierto a una religión que llamaremos
‘‘pelolarguismo’’. Esta religión considera que es antinatural y pecado arreglarse
de cualquier forma el cabello o el vello del cuerpo, poco a poco esta religión
logra obtener fuerza y finalmente logro aprobar un proyecto de ley que dice que
en Costa Rica nadie puede cortarse el cabello o rasurarse ningún vello del cuerpo ya que esto constituye una
falta a la moral y a la ley de Dios.
Se
levantan en contra de mí miles de personas diciendo que la idea es una
violación a los derechos más básicos de las personas, que las personas tienen
derecho a decidir si se cortan o no el pelo, pero yo replico que estoy
salvándolos del pecado y que es mi obligación como pelolarguista de acuerdo a
mis convicciones predicar mi evangelio. Si usted no es pelolarguista,
probablemente considere injusto que el estado apruebe leyes basándose en
criterios de religiones en las que usted no cree. Por más descabellado que
suene este escenario, guarda grandes similitudes con algunas tónicas del debate
público que últimamente se ha venido
dando en Costa Rica.
En
las últimas semanas, tras los anuncios de Pozuelo, las publicaciones de Siman,
la aprobación del matrimonio de personas del mismo sexo en todo el territorio
estadounidense y otra serie de acontecimientos, en la agenda pública de Costa
Rica se han abierto debates que resultan sensibles para algunos de los grupos
cristianos del país. La Biblia, el libro que contiene las sagradas escrituras
del cristianismo, ha sido uno de los referentes en estos debates, sin embargo, quienes utilizan este libro para
justificar las acciones olvidan que en Costa Rica hay personas que no nos
consideramos cristianas y que el estado, por la Constitución Política, debe ser
respetuoso de nuestros credos.
Es
por esto que el simple hecho de citar La Bibla, por sí sólo, no resulta un argumento válido para legislar. El
establecer que para el estado, los códigos espirituales de un libro en
particular, son más importantes que los demás es, en efecto, un irrespeto a los
otros credos. No estoy poniendo en duda acá la validez de la Biblia como guía
espiritual, lo único que estoy diciendo, es que no debe utilizarse para
imponerle leyes a las personas que o no creen en ella, o tienen una
interpretación de la misma diferente a la de los legisladores.
Por
poner un ejemplo, creo que al igual que yo, muchos cristianos podrían sentirse
molestos si el estado costarricense castigara a quien coma o se hidrate durante
todos los días de este mes -osea, que se alimente sólo durante las noches-. No creo que el disgusto generado disminuya si se
justifica esto porque el Corán establece que es pecado no ayunar en el mes del
Ramadán (en el que actualmente estamos). Probablemente, si este fuera el caso,
usted se pregunte: ‘‘si yo no soy musulmán ¿por qué se me obliga a seguir el Corán?,
yo no estoy evitando que alguien cumpla el Ramadán ¿Por qué se me debe imponer?’’. Este argumento es igual de válido para un no creyente
cuando se le dice que el estado debe prohibir o aprobar algo porque La Biblia dice
que es o no es pecado. Imponer, desde el estado, los criterios para legislar de esta forma es un claro irrespeto a la libertad de credo.
Seamos
claros, estos debates tienen muchísimas aristas y el no citar La Biblia, no
implica necesariamente tomar una determinada posición. Este escrito no pretende
tomar posición en el debate del matrimonio de personas del mismo sexo o de la
familia (eso lo he hecho en otros espacios), lo que si pretende es exhortar a
que cuando se abran estos debates, no se pretenda imponer un dogma religioso, como
política de estado, en una República pluriétnica, multicultural y respetuosa de
la libertad de credo. Que el razonamiento vaya más allá de citar un libro –que dicho
sea de paso suele tener muchísimas interpretaciones- acusar de pecado y
pretender que mis convicciones espirituales se usen como excusa para restringir
los derechos de terceros. Este escrito lo que pretende es exhortar a que,
parafraseando a Jesús, le dejemos a Dios lo que es de Dios, y a César lo que es
de César.
No comments:
Post a Comment