Hace
poco me enfrenté a uno de los dilemas típicos de niño que acaba de salir de la
Universidad… ‘‘¿Qué hago con mi vida?’’. Había realizado algunos trabajos para
el periódico ‘‘El Financiero’’, estaba produciendo un programa de radio, acabé
la carrera de economía y comunicación colectiva y no tenía nada muy establecido
ni estaba muy seguro de lo que quería (aún no lo estoy).
Unos
meses atrás había solicitado de beca del gobierno de chino en el Instituto
Cultural Chino-Costarricense para estudiar un año mandarín en China. No conozco
nada del idioma (pese a que mi padre nació en ese país y mis abuelos eran de
ahí), llené unos documentos de examen médico, hice un ‘‘exámen de diagnóstico
del idioma’’ y olvidé el asunto suponiendo que nunca obtendría la beca. Menos
de medio año después escribo esto desde mi cuarto en la Universidad Normal de
Liaonning en Dalian, República Popular de China. Me faltan al menos 8 meses y
medio más para volver a casa, sin embargo, quería aprovechar este espacio para
comentarles algunas cosas interesantes que he aprendido en este primer mes.
Uno
se adapta más rápidamente de lo que cree
Probablemente
usted está familiarizado con la idea de la Pirámide de Necesidades de Maslow, si no, en
realidad es un concepto bastante sencillo. Uno cubre las necesidades básicas (comida,
estadía, etc..) una vez cubiertas esas, uno se preocupa por las siguientes:
(círculos sociales, amistades, etc..) y así sigue funcionando cómo una
pirámide. Más o menos así ocurre cuando uno llega acá.
Yo
llegué después de 30 horas de aeropuertos y aviones a la Universidad Normal de
Liaoning, a la recepción de los estudiantes extranjeros donde me atendió una
señora que no hablaba una gota de algún idioma que yo me acercara a conocer.
Quería dos cosas: Comida y un lugar para dormir, lo demás no importaba. Me
salvó la vida un estudiante chino que hablaba inglés y luego mi compañero de
cuarto.
Por
ahí del tercer día ya sabía pedir la cuenta, en cual restaurante podía
conseguir comida, más o menos los precios de los lugares y al cabo de dos
semanas ya estaba relativamente ‘‘acomodado’’.
No
hablo de extrañar el lugar o volverse un lugareño. Hablo de poder vivir el día
a día, de saber lo necesario para sobrevivir. Y hablando de saber lo necesario
para sobrevivir…
Uno
aprende lo que ocupa
Las
primeras palabras que aprendí fueron: Ganbei (¡Salúd!) y Duo Shaoqian (¿Cuánto
cuesta?). La primera es necesaria para socializar, la segunda es necesaria para
sobrevivir. Es increíble lo rápido que uno aprende las cosas cuando las
necesita. Los números fueron lo siguiente, mucho antes de aprender a decir
‘‘¿soy de Costa Rica?’’, ‘‘¿De qué país eres?’’ Y ‘‘¿Cuál es tu
nombre?’’-aclaremos, esas tres constan de las primeras clases y se suponen
mucho más fáciles-.
Uno
también aprende: costumbres, donde conseguir las cosas más barato, adonde hay
wi fi gratis, adonde llega el wifi gratis de los lugares (estos últimos dos muy
importantes).
Tal
vez me pregunten: Ching, pero todo mundo habla inglés ¿o no? pues la verdad es
que no. El inglés le da a uno bastantes herramientas para socializar,
particularmente con personas de occidente. pero ahí está el detalle, más de
tres cuartos de los estudiantes extranjeros son de Uzbekistán, Russia o Corea
que (a excepción de los rusos) no tienden a manejar buen inglés. En la calle es
impensable que alguien hable inglés y mucho menos español, entonces en la calle
uno aprende lo que necesita y lo aprende rápido porque lo necesita. Si uno tiene 200 kuais para sobrevivir la
semana, duo shaoqian y los números son útiles y uno los aprende rápido.
Por
supuesto, también, que uno no está sólo, aquí hay estadounidenses, italianos,
tayekis, y demás que hablan con uno. De repente uno se encuentra a alguien en
el dormitorio de estudiantes extranjeros, o en clases que habla mejor chino y
le ayuda y ahí el aprendizaje se vuelve más lento, pero lo primero que uno
aprende es a sobrevivir, y eso me lleva al siguiente punto.
Uno
se acerca a los que están más cercanos culturalmente a uno
Es
inevitable.
Parte
de las razones por las que uno se va un tiempo a vivir al extranjero es porque
uno quiere acercarse a una cultura diferente, es cierto, pero cuando uno llega
encuentra barreras que no son tan fáciles de saltar y (como dijimos
anteriormente) uno debe atender necesidades.
Lo
cierto es que facilita mucho las cosas no tener que explicar cada convención
social, hablar en un idioma que la otra persona entienda y dar por sentado la
comprensión de normas preestablecidas. Por supuesto, con el tiempo uno rompe
esas barreras pero hay una necesidad imperante de formar un círculo social
pronto.
Los
seres humanos somos seres sociales, vivir solos no está dentro de nuestra
naturaleza. Usualmente uno se acerca más fácilmente a lo que conoce y el hecho
de que un compañero colombiano entienda el valor que le damos en Costa Rica a
tomarse una taza de café, ver un partido de futbol o pueda comunicarme con él
plenamente sin tener que recordar palabras, hace que nos acerquemos más. Esto no
significa que uno sólo socialice con gente culturalmente cercano, he hecho
amistades que aprecio mucho con gente de Túnez, Tayikistán, Uzbekistán, Líbano
y Corea, pero si existe cierta tendencia a acercarse más a la gente, por
ejemplo, de Estados Unidos, Latinoamérica, Italia, Alemania o Rusia. Son
personas con las que en principio puedo dar muchas cosas por sentado y eso
facilita la comunicación.
Uno
va a hacerse una rutina.
Existe
una razón clara por la cual existe el ‘‘jet lack’’. El cuerpo está acostumbrado
a dormir a ciertas horas, comer a ciertas horas y tener una rutina, cuando esta
rutina se rompe uno sufre. No es simplemente el hecho de despertarse a las 4 de
la mañana y dormirse a las 4 de la tarde (Cosa que me pasó el primer día). En
general uno se cansa, tiene una
sensación incómoda e incluso a veces da dolor de cabeza. Esto hasta que se ‘‘acomoda’’
al nuevo horario.
Pero
esto es sólo lo primero en acomodarse, uno no sólo se acomoda al nuevo horario,
se acomoda a la nueva forma de vida, al nuevo círculo social y hasta al nuevo
paisaje. Uno con el tiempo aprende en cuales lugares y qué puede comer y cuáles
no son tan buenos. Qué puede hacer con qué amigos y que no, qué le gusta y qué no, y ahí empieza a formarse una rutina.
Existe
la visión romántica de voy a ‘‘romper la rutina’’ y ser libre, todos los días
van a ser diferentes y bla bla bla… eso no
pasa. Por supuesto, uno puede romper la rutina un par de días, quizás
una semana, pero eventualmente uno se va acostumbrar a levantarse a cierta
hora, hacer ciertas cosas durante el día a ciertas horas determinadas y comer y
dormir a ciertas horas.
El tiempo
libre es una cosa hermosa pero en demasía se vuelve pavorosa. La primera semana
acá tuve mucho tiempo libre, y eso está bien porque tenía que conocer el lugar,
pero si eso hubiera durado demasiado me estaría matando porque uno ocupa llenar
esos espacios y simplemente es demasiado cómodo saber, cuando uno se levanta,
como va a llenar esos espacios y la mejor forma de hacerlo es formarse una
rutina.
En
general, vivir en el extranjero es una experiencia hermosa (al menos en lo que
llevo) pero, a mi criterio, con el tiempo no se convierte en un cambio tan
drástico. Con el tiempo uno descubre que es la misma persona en otro lugar y
que después de negociar internamente la cultura propia con la externa, la vida
se torna relativamente ‘‘normal’’.
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