Monday, October 27, 2014

Cuatro cosas que he aprendido tras mi primer mes y medio en China

Hace poco me enfrenté a uno de los dilemas típicos de niño que acaba de salir de la Universidad… ‘‘¿Qué hago con mi vida?’’. Había realizado algunos trabajos para el periódico ‘‘El Financiero’’, estaba produciendo un programa de radio, acabé la carrera de economía y comunicación colectiva y no tenía nada muy establecido ni estaba muy seguro de lo que quería (aún no lo estoy).

Unos meses atrás había solicitado de beca del gobierno de chino en el Instituto Cultural Chino-Costarricense para estudiar un año mandarín en China. No conozco nada del idioma (pese a que mi padre nació en ese país y mis abuelos eran de ahí), llené unos documentos de examen médico, hice un ‘‘exámen de diagnóstico del idioma’’ y olvidé el asunto suponiendo que nunca obtendría la beca. Menos de medio año después escribo esto desde mi cuarto en la Universidad Normal de Liaonning en Dalian, República Popular de China. Me faltan al menos 8 meses y medio más para volver a casa, sin embargo, quería aprovechar este espacio para comentarles algunas cosas interesantes que he aprendido en este primer mes.

Uno se adapta más rápidamente de lo que cree

Probablemente usted está familiarizado con la idea de la Pirámide de Necesidades de Maslow, si no, en realidad es  un concepto bastante sencillo. Uno cubre las necesidades básicas (comida, estadía, etc..) una vez cubiertas esas, uno se preocupa por las siguientes: (círculos sociales, amistades, etc..) y así sigue funcionando cómo una pirámide. Más o menos así ocurre cuando uno llega acá.

Yo llegué después de 30 horas de aeropuertos y aviones a la Universidad Normal de Liaoning, a la recepción de los estudiantes extranjeros donde me atendió una señora que no hablaba una gota de algún idioma que yo me acercara a conocer. Quería dos cosas: Comida y un lugar para dormir, lo demás no importaba. Me salvó la vida un estudiante chino que hablaba inglés y luego mi compañero de cuarto.

Por ahí del tercer día ya sabía pedir la cuenta, en cual restaurante podía conseguir comida, más o menos los precios de los lugares y al cabo de dos semanas ya estaba relativamente ‘‘acomodado’’.

No hablo de extrañar el lugar o volverse un lugareño. Hablo de poder vivir el día a día, de saber lo necesario para sobrevivir. Y hablando de saber lo necesario para sobrevivir…

Uno aprende lo que ocupa

Las primeras palabras que aprendí fueron: Ganbei (¡Salúd!) y Duo Shaoqian (¿Cuánto cuesta?). La primera es necesaria para socializar, la segunda es necesaria para sobrevivir. Es increíble lo rápido que uno aprende las cosas cuando las necesita. Los números fueron lo siguiente, mucho antes de aprender a decir ‘‘¿soy de Costa Rica?’’, ‘‘¿De qué país eres?’’ Y ‘‘¿Cuál es tu nombre?’’-aclaremos, esas tres constan de las primeras clases y se suponen mucho más fáciles-.

Uno también aprende: costumbres, donde conseguir las cosas más barato, adonde hay wi fi gratis, adonde llega el wifi gratis de los lugares (estos últimos dos muy importantes).

Tal vez me pregunten: Ching, pero todo mundo habla inglés ¿o no? pues la verdad es que no. El inglés le da a uno bastantes herramientas para socializar, particularmente con personas de occidente. pero ahí está el detalle, más de tres cuartos de los estudiantes extranjeros son de Uzbekistán, Russia o Corea que (a excepción de los rusos) no tienden a manejar buen inglés. En la calle es impensable que alguien hable inglés y mucho menos español, entonces en la calle uno aprende lo que necesita y lo aprende rápido porque lo necesita.  Si uno tiene 200 kuais para sobrevivir la semana, duo shaoqian y los números son útiles y uno los aprende rápido.

Por supuesto, también, que uno no está sólo, aquí hay estadounidenses, italianos, tayekis, y demás que hablan con uno. De repente uno se encuentra a alguien en el dormitorio de estudiantes extranjeros, o en clases que habla mejor chino y le ayuda y ahí el aprendizaje se vuelve más lento, pero lo primero que uno aprende es a sobrevivir, y eso me lleva al siguiente punto.

Uno se acerca a los que están más cercanos culturalmente a uno

Es inevitable.

Parte de las razones por las que uno se va un tiempo a vivir al extranjero es porque uno quiere acercarse a una cultura diferente, es cierto, pero cuando uno llega encuentra barreras que no son tan fáciles de saltar y (como dijimos anteriormente) uno debe atender necesidades.

Lo cierto es que facilita mucho las cosas no tener que explicar cada convención social, hablar en un idioma que la otra persona entienda y dar por sentado la comprensión de normas preestablecidas. Por supuesto, con el tiempo uno rompe esas barreras pero hay una necesidad imperante de formar un círculo social pronto.

Los seres humanos somos seres sociales, vivir solos no está dentro de nuestra naturaleza. Usualmente uno se acerca más fácilmente a lo que conoce y el hecho de que un compañero colombiano entienda el valor que le damos en Costa Rica a tomarse una taza de café, ver un partido de futbol o pueda comunicarme con él plenamente sin tener que recordar palabras, hace que nos acerquemos más. Esto no significa que uno sólo socialice con gente culturalmente cercano, he hecho amistades que aprecio mucho con gente de Túnez, Tayikistán, Uzbekistán, Líbano y Corea, pero si existe cierta tendencia a acercarse más a la gente, por ejemplo, de Estados Unidos, Latinoamérica, Italia, Alemania o Rusia. Son personas con las que en principio puedo dar muchas cosas por sentado y eso facilita la comunicación.


Uno va a hacerse una rutina.

Existe una razón clara por la cual existe el ‘‘jet lack’’. El cuerpo está acostumbrado a dormir a ciertas horas, comer a ciertas horas y tener una rutina, cuando esta rutina se rompe uno sufre. No es simplemente el hecho de despertarse a las 4 de la mañana y dormirse a las 4 de la tarde (Cosa que me pasó el primer día). En general uno se cansa, tiene una sensación incómoda e incluso a veces da dolor de cabeza. Esto hasta que se ‘‘acomoda’’ al nuevo horario.

Pero esto es sólo lo primero en acomodarse, uno no sólo se acomoda al nuevo horario, se acomoda a la nueva forma de vida, al nuevo círculo social y hasta al nuevo paisaje. Uno con el tiempo aprende en cuales lugares y qué puede comer y cuáles no son tan buenos. Qué puede hacer con qué amigos y que no, qué le gusta y qué no, y ahí empieza a formarse una rutina.

Existe la visión romántica de voy a ‘‘romper la rutina’’ y ser libre, todos los días van a ser diferentes y bla bla bla… eso no  pasa. Por supuesto, uno puede romper la rutina un par de días, quizás una semana, pero eventualmente uno se va acostumbrar a levantarse a cierta hora, hacer ciertas cosas durante el día a ciertas horas determinadas y comer y dormir a ciertas horas.

El tiempo libre es una cosa hermosa pero en demasía se vuelve pavorosa. La primera semana acá tuve mucho tiempo libre, y eso está bien porque tenía que conocer el lugar, pero si eso hubiera durado demasiado me estaría matando porque uno ocupa llenar esos espacios y simplemente es demasiado cómodo saber, cuando uno se levanta, como va a llenar esos espacios y la mejor forma de hacerlo es formarse una rutina.


En general, vivir en el extranjero es una experiencia hermosa (al menos en lo que llevo) pero, a mi criterio, con el tiempo no se convierte en un cambio tan drástico. Con el tiempo uno descubre que es la misma persona en otro lugar y que después de negociar internamente la cultura propia con la externa, la vida se torna relativamente ‘‘normal’’.

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