Viernes
28 de noviembre del 2014, viernes negro.
Para muchos comunicadores, no es sólo una cuestión de descuentos en las
tiendas. El negro también se da porque el periódico de mayor circulación en el país se dejó hacer una ''portada falsa'' como publicidad para la tienda de electrodomésticos ‘‘Gollo’’, un golpe
simbólico al periodismo. La insigne portada, la codicia de la sala de redacción,
reservada sólo para los grandes eventos y las noticias más importantes del día,
opacada por publicidad. Por si fuera poco, hace menos de un mes se anunció el cierre de tres medios del mismo grupo corporativo (entre ellos la revista
de arquitectura más importante del país) dejando a 100 personas sin
trabajo. ¿Qué nos dice esto?
Podemos
rasgarnos las vestiduras y gritar a diestra y siniestra que los medios nos han
decepcionado, refugiarnos en las aulas de las universidades para atacar a Grupo
Nación y maldecir una y otra vez a la condenada civilización del espectáculo (parafraseando a Vargas Llosa) o podemos admitir algo sencillo: La noticia, como
tal, no vende.
Como
periodistas, en muchas ocasiones hemos fallado en entender que las empresas de medios y el mundo no tienen porqué
responder a nuestras exigencias. El periodismo ideal, con libertad de expresión
y de contenido, independiente y sin presiones comerciales, es en el mundo
actual insostenible, y poco hemos hecho los periodistas por sostenerlo.
‘‘Terrible
lo que hizo Grupo Nación’’, ‘‘esto fue un ‘‘golazo’’ de Gollo al periódico’’ y
otros comentarios de esta índole han poblado mi sección de noticias en facebook
pero yo pregunto ¿Desde cuándo Grupo Nación es una Organización sin fines de
lucro? Estoy seguro que sus buenos beneficios habrán facturado por la dichosa
portada. El cierre de tres medios y el camino que algunos medios nuevos han
terminado por tomar, no son precisamente alentadores.
Mantener a flote negocios que reportan
pérdidas o no generan suficientes ganancias para justificar su existencia no es
obligación de ninguna empresa. Tampoco lo es negarse a cerrar un negocio de ‘‘portada
falsa’’ por orgullo a un idealismo insostenible. Esto puede no corresponder
al ideal de dar información de calidad a
las personas, ni representar las mejores prácticas periodísticas, pero si son
concordantes con las prácticas de una empresa como cualquiera, sea esta de medios o no.
El
hecho de que periodistas talentosos y de gran valor profesional se queden sin
trabajo, o de que la portada ya no sea ‘‘sagrada’’ lo que nos dice es que llegó
la hora de replantearnos las maneras de comercializar la información. Si
realmente queremos dar acceso a contenidos de calidad, estamos fallando en la
manera de venderlos.
Que
se favorezca la cantidad de clicks sobre la calidad del texto o la publicidad
sobre la noticia no es culpa de los medios y flaco favor hacemos
maldiciéndolos. Si el trabajo de calidad vendiera, SuCasa no habría cerrado y
no tendríamos que enfrentarnos día a día a medios que parecen más sitios de comedia
en internet que formas de informarse. Si los consumidores de medios
buscaran noticias, la portada no habría sido publicidad. Algo está fallando y
poco hacemos para cambiarlo.
Como
periodistas somos vulnerables a los mismos cambios a los que toda la humanidad
está sujeta. Si nos negamos a cambiar nuestras formas de mercadear y crear la
información, estaremos condenándonos a ver cambiar la forma en que nos emplean
o incluso a ver desaparecer nuestra profesión. Aprender a generar contenidos
con valor agregado, que se diferencien de lo que un consumidor pueda encontrar
en twitter o en los rumores de facebook, podría ser el primer paso, pero no el
único, no basta con generar el valor agregado, hay que saber venderlo.
Si alguna vez esta profesión se jactó de ser
formadora de la sociedad, es el momento de probarlo. No se vale decir que esto
nos agarra por sorpresa ni tampoco seguir intentando replicar nuestro ideal de
periodismo en las plataformas tradicionales esperando tener resultados
diferentes para después quejarse por el
fracaso. Lo que si se vale es producir algo que el consumidor halle útil y encontrar
la forma apropiada de venderlo. La gente necesita información ahora más que nunca,
pero también puede acceder a ella ahora más que nunca y si los periodistas
seguimos fallando en suplir esa demanda haciendo el periodismo que queremos es
o porque el periodismo está condenado a morir o porque estamos fallando en
acomodarnos a los cambios, a mi me gusta pensar que es la última.