La sele juega mal, es muy claro
que nuestra habilidad para patear un balón dista mucha, no solo de los grandes
equipos del balonpie, sino de los propios pasados. ¡Cómo se extraña los tiempos
de López, Centeno, Fonseca, Tuma! Una selección cuyas posibilidades para
clasificar nunca se ponían en duda y que aún muestra un gran futbol en cada
partido de despedida que se realiza.
Hoy ante El Salvador, no salimos
a jugar futbol ni a mostrar una calidad, no salimos a hacer gala de nuestras
habilidades ni a tocar el balón, salimos a ganar. Jugamos mal, jugamos feo,
pero el objetivo se cumplió. Pese a tener su mérito, disto mucho que esta sea
la mejor actitud ante al deporte, y si bien es válida, deja cierto sinsabor al espectador.
El apoyo que se ganó hoy mi
selección de futbol, no es por sus habilidades o sus esfuerzos, sino por su
actitud deportiva y su profundo respeto. Pese a enfrentarse a un juego
complejo, donde el rival fue agresivo, irrespetuoso e incluso atentó contra la
propia seguridad de los jugadores, nuestro equipo mostró la paciencia y el ‘‘fair
play’’, que tanto hace falta en nosotros a veces. Si, ese mismo respeto que
nosotros no tuvimos al llenar las redes sociales con comentarios como ‘‘Bryan
maricón’’ o ‘‘Pinto inútil’’.
Un árbitro permisivo tardo
demasiado en sacar las tarjetas, y fue por la simple sapiencia de nuestros
representantes deportivos que el partido no se salió de las manos. Las
infracciones que atentaban contra la seguridad de nuestros atletas, sin
embargo, fueron tomadas con la solemnidad y el respeto propios del caso, en
contraposición con una selección salvadoreña que, sin argumentos futbolísticos,
apelaron al golpe, la falta y hasta la
agresión directa.
La selección de El Salvador
mostró un juego oportunista, peligroso y carente absolutamente de actitud
deportiva. Lejos de aplicar la regla no escrita del ‘‘fair play’’ y dar las
cortesías que permiten el desenvolvimiento óptimo del juego (cortesías que se
dan hasta en finales de campeonatos mundiales), los jugadores cuzcatlecos
quisieron, como decía Chespirito, ‘‘aprovecharse de nuestra nobleza’’ y lejos
de ceder el balón cuando se esperaría que lo hicieran, lo mantuvieron para
intentar engañar a la tricolor, e incluso, se mostraron agresivos cuando no
pudieron más que mirar la derrota. Las dos expulsiones lo demuestran.
Nuestros seleccionados, lejos de
rebajarse a su nivel, mantuvieron el ‘‘fair play’’, respetaron las reglas del
juego y las decisiones arbitrales (pese a su aparente parcialización y falta de
fortaleza). Mientras tanto, las redes sociales se plagaban de mensajes de ‘‘arbitro
hijueputa’’, ‘‘Saborio perra’’ e incluso hasta comentarios racistas y xenófobos
contra nuestros hermanos salvadoreños.
Por eso, estoy orgulloso y apoyo
a la Selección Nacional, ya que mostró el respeto, la paciencia, la tolerancia
y las actitudes deportivas que tanta falta hacen en nuestros espacios de
convivencia y nuestras calles. No dudo que más de un costarricense haya tomado
la amenaza y la violencia física como respuesta de haber sido Christian
Bolaños., Keylor Navas o alguno de los defensas abatidos por Quintanilla.
Basta manejar por las calles o ingresar
a redes sociales un día de partido para darse cuenta que debemos aprender mucho
de estos seleccionados. Más allá del deporte, vale preguntarnos si nosotros hubiéramos
actuado igual ante estas situaciones, tomando en cuenta que muchos gritamos e
insultamos a nuestros televisores, pitamos y ofendemos en las calles.
Lo cierto es que los deportistas
son embajadores de su país. En su juego se debe reflejar muchos de los valores
y actitudes de los habitantes del mismo, y hoy, la sele cumplió, cediendo
cortesías, aplicando fair play y mostrando respeto. Ante esto, ‘‘la sele’’, no
solo nos da una buena imagen a nivel internacional, sino nos invita a realizar
un cambio en nuestra personalidad y nuestras costumbres
.
Cualquier persona extranjera que
haya visto el partido puede asegurar dos cosas: que en Costa Rica no hay buen
futbol, y que es un país pacífico y respetuoso. Puedo asegurar que la primera
es una representación justa de la realidad.
David CHing
2012
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