Partimos
de un principio básico. El fin último de los procesos electorales es gobernar
un país, no ganar una elección. Hoy, Costa Rica tiene la oportunidad de escoger
entre dos candidatos, uno que ha querido llegar primero y otro que ha querido
saber llegar, algo que quedó muy claro en el pasado debate del 21 de marzo,
pero cuyos indicios se vislumbran desde el 5 de febrero.
Por
un lado, Fabricio Alvarado llega a la segunda ronda intentando llenar vacantes en
las que, claramente, su agrupación política se queda corta. La falta de
personal del Partido Restauración Nacional a los niveles más necesarios para un
básico funcionamiento del gobierno, junto con su ausencia de posiciones en una vasta mayoría de temas país, proporcionaron el ambiente apropiado para que muchos
profesionales ambiciosos vieran una oportunidad de hacer efectivos sus intereses.
Quien quería un cheque en blanco para promover su agenda desde una posición
política lo obtuvieron por el bajo precio de dar su apoyo.
Es
por esto que no pasó mucho tiempo para que Fabricio llenara su fila con
profesionales capacitados y ambiciosos, presentándose antes que su contrincante
un “equipazo económico”, con grandes mentes que apoyan cada una su propia
agenda con sus propios intereses. Esto no lo digo yo, lo dicen los
propios conflictos que han tenido dos de las fichas estelares del “equipazo”, don
Luis Mesalles y don Gerardo Corrales. Estas que resultan particularmente peligrosos
porque a 10 días de las elecciones, aún no existe un plan, ni sabemos qué
esperar del mismo ante un eventual gobierno de Restauración Nacional.
Así,
queda claro que Fabricio llegó primero. Hizo alianzas antes y desde ese momento
se ha dedicado a cancelar debates y afirmar que pronto sacará su “plan de gobierno
2.0”.
Del otro
lado está Carlos Alvarado, que no llegó primero, pero supo llegar. Carlos desde
el inicio tuvo una propuesta, pero comprendió que en la política actual es necesario
hacer compromisos e hizo lo apropiado, se sentó a negociar. Con más lentitud,
pero con las cuentas claras y la vocación para alcanzar acuerdos, Carlos se
sentó en la mesa de dialogo y negociando supo convencer a un Rodolfo Piza, a
una Edna Camacho, a una Amparo Pacheco, a un Edgar Robles, a un Jorge Guardia…
en fin, a personas que parecían sus opuestos.
Cedió
donde supo que podía ceder, se mantuvo fijo donde debía hacerlo, y logró un
equipo económico que, académicamente, es más fuerte que el “equipazo” de Fabricio
y profesionalmente, costaría argumentar lo contrario. Este equipo no vino a
apoyar la agenda de cada uno, vino a apoyar un plan claro con propuestas claras,
por eso sabemos qué esperar de él. Él no tuvo que correr para presentar su
plan, ni tuvo que esconderse de debates.
En
fin, de poco me sirve saber que Fabricio llenó sus filas de gente capacitada,
si no me queda claro qué hará esta gente en el poder. Pocas cosas resultan más
peligrosas que alguien capaz, con poder y sin ningún compromiso ni plan claro a
seguir más que su agenda personal. Por el otro lado en Carlos tenemos una
propuesta clara, una capacidad probada de negociar puntualmente propuestas y un
equipo tan capaz como el de Fabricio.
Con
todo esto, yo honestamente, no sé quien va a ganar este primero de abril, pero
si me queda claro, quien está más capacitado para gobernar.