Una
institución se podría definir como un concepto que se crea para llegar a un
consenso. Nosotros (los humanos) creamos
el concepto de ley, por ejemplo, para determinar límites que todos debemos
cumplir, creamos el concepto de país, para definir límites entre pueblos, y así
podemos seguir nombrando hasta el infinito. Es por esto que las instituciones
deben estar al servicio de los individuos y la sociedad ( y no al revés). Es difícil justificar que una institución (o
cómo veamos esta institución) se mantenga por el simple hecho de mantenerse,
mas si esta ya no cumple su propósito o se puede replantear y/o reformular de
manera que lo cumpla mejor.
Bajo
esta idea, me nace la necesidad de replantearme una de las instituciones (o más
bien un conjunto de instituciones) que pese a haberle dado muchísimo al país,
creo está agotada: La Segunda República.
Quizás
para entender, vale la pena hablar un poco de historia. 1948 es el año que
marca la historia política moderna de nuestro país. Tras la Guerra Civil, el
país pasa por un relativamente rápido (y relativamente pacífico) proceso de
reconciliación que culmina con la Segunda República, la cual se consolida con
la Constitución Política actual. Hasta cierto punto, con todas las objeciones
que se pue den hacer al respecto, este fue un proceso de dialogo que buscó
formar las base para que un país, con dos coaliciones políticas claramente
definidas y opuestas, pudiera funcionar.
Fueron
en gran medida los acuerdos tomados en ese entonces los que garantizaron la
estabilidad de Costa Rica por las décadas venideras y fue la Constitución
Política la que aseguró que las dos grandes alianzas políticas (los figueristas
-de Pepe- que tomaron la Social Democracia como su ideal y los calderonistas
-de Calderón Guardia- que se unificaron bajo la bandera Social Cristiana)
pudieran trabajar en conjunto. Pese a las dificultades económicas, políticas y
sociales, este pacto nos mantuvo unidos y nos mantuvo estables, pero como todo
pacto, es producto de un contexto.
Hoy
ese contexto no existe. Ya desde hace 18 años, empezando con la irrupción del
PAC en la política costarricense en el 2002, el bipartidismo costarricense se
fracturó. Poco a poco fuerzas políticas menores han tomado cada vez más fuerza
y han jugado un papel más importante en el Primer Poder de la República. Las
Asambleas Legislativas son cada vez más fracturadas, ya la administración
actual fue la primera en gobernar sin mayoría en el Congreso, y la próxima
tendrá un escenario aún más dividido-indiferentemente de quien gane la segunda
ronda-. La tendencia, lejos de regresar al bipartidismo, es la de convertirse
cada vez más en un sistema multipartidario, sin embargo, nuestras instituciones
siguen siendo las mismas que se conceptualizaron en 1948. Tenemos una
Constitución Política pensada para un país con dos fuerzas políticas
dominantes, pese a que hoy es imposible comprender la realidad nacional sin
hablar (cuando mínimo) de 5.
Las
consecuencias de esto son palpables desde hace mucho. Un reglamento legislativo,
un sistema electoral y un sistema de balances y contrapesos pensado en tan sólo
dos corrientes políticas se complica cuando pasamos a 5. Los canales de
negociación y de forma expedita de decisiones no existen, y el accionar se torna
lento y difícil. Leyes y modificaciones urgentes que necesitan aprobarse en
días, toman años y creo que hablo por todos cuando digo que las consecuencias
las hemos sufrido hasta en el día a día.
Ante
esta situación, veo dos caminos posibles. Uno es mantenerse en un régimen
presidencialista y emigrar a una política de coaliciones implícitas que se
formarían con visiones opuestas de mundo En otras palabras dos macro-partidos
que incluyan diferentes partidos políticos en sus filas (parecido a como hoy es
Estados Unidos). El otro o migrar a un régimen parlamentario (parecido a como
es la mayor parte de Europa). Este último es el que creo debemos tomar.
En
resumen (muy simplista), en un régimen parlamentario uno no vota por el
Presidente y los diputados de manera aparte, sino que vota por los diputados y
estos eligen al Primer Ministro. En casi todos los casos (no me atrevo a decir que todos) los partidos establecen previamente quien
llegaría a ser Primer Ministro de ganar las elecciones, de esta forma el
electorado sabe por quién está votando.
En
esta modalidad, el jefe de estado (Primer Ministro) debe obtener la aprobación
del congreso y puede ser depuesto por el mismo. El gobierno ejecutivo se hace
con coaliciones y negociando propuestas de ley, propuestas, puestos de gobierno
y en general proyectos país. Requiere más cultura de consensos, pero también
(una vez que se alcancen los mismos) es más ejecutivo y da mucho menos
incentivos para oponerse a propuestas de partidos políticos adversos, sólo
porque la propusieron partidos políticos adversos.
Quien
llegue a ser Presidente de Costa Rica hoy, no enfrenta un clima de negociación
diferente. El Congreso está quebrado y lo seguirá estando, llegó la hora de
admitir que el bipartidismo ha llegado a su fin. ¿Será que la Constitución
Política que se gestó para gobernar un país bipartidismo deba llegar también a
su fin? ¿Llegó la hora de hablar de una Tercera República?