Las redes sociales los últimos días se han plagado de comentarios que, a la luz del fenómeno mediático de Figueres, han afirmado que Costa Rica es un circo y todo se maneja como tal. Recordando escándalos anteriores, evaluando la labor de los ‘‘padres de la patría’’ y viendo las reacciones de la prensa, las personas coinciden cada vez más con esta opinión, la cual me parece injusta e inapropiada.
La típica imagen que tenemos de un circo es un maestro de ceremonias que da la bienvenida a los espectadores, presenta cada acto, seguro de que todo saldrá bien y preparado para cualquier eventualidad. Cuando dicen que veremos algo sorprendente, los acróbatas, los domadores de animales, los malabaristas, nos sorprenden. Si nos dicen que vamos a reír, los payasos hacen su mejor esfuerzo y montan una comedia sublime. Los contorsionistas se preparan para mostrarnos los extremos del cuerpo humano si el maestro de ceremonias anuncia su entrada. Cada miembro del circo está muy consciente de su labor y deben ser excelentes en ella para hacerla.
¿Qué pasa en Costa Rica? Tenemos una maestra de ceremonias que no sabe si las cosas saldrán bien y ha mostrado no estar preparada para las eventualidades. Cuando dice que van a salir los malabaristas, salen los acróbatas y no logra ponerles la red antes de que estos caigan. Los contorsionistas se creen payasos, los payasos domadores de animales y los domadores de animales contorsionistas. Llamar a la situación política actual de Costa Rica un ‘‘circo’’ es ignorar el profesionalismo y la disciplina que requieren los artistas para poder pertenecer a un circo.
La comparecencia del ex presidente José María Figueres Olsen no solo demostró el colmillo político que este tiene y la incapacidad de nuestros legisladores, también demostró que el legislativo ha perdido el norte y no tiene claras sus funciones. SI hubieran tomado los 18 millones de colones y se los hubieran dado a Figueres para hacer campaña política, no le hubieran hecho un favor tan grande.
Una comisión legislativa destinada a investigar, se dedicó por un lado a hacer tertulia y por otro a jugar de juez. Mientras Walter Céspedes y Emilio Granados preguntaban sobre las aspiraciones políticas de don José María, Manrique Oviedo acusaba, criticaba y gritaba. Nadie parecía buscar respuestas ni estar interesado en ''investigar'' y las intenciones políticas no se pudieron ocultar.
Lo triste es que esta actitud no es algo propio de la Asamblea Legislativa, sino algo apegado al ser y al político costarricense. El propio Ottón Solís que no tiene ningún puesto de representación popular, está condicionando los votos de la ‘‘Alianza por Costa Rica’’ a un plan fiscal y pedir que se rompa una ‘’alianza’’ que ha sido inoperante y lo único que la ha mantenido unida es un enemigo común.
Dijo un ex vicepresidente que acabó bochornosamente su carrera política en Costa Rica, que aquí tenemos ‘‘un poder ejecutivo que no ejecuta, un poder legislativo que no legisla y un poder judicial que funge por los dos’’ y vaya que tenía razón. El propio José María Figueres ha logrado desviar la atención de tal manera, para que olvidemos que el caos vial que vivimos cada día se debe a que él cerró el ferrocarril.
Cada comisión legislativa y cada comparecencia que vemos nos enseña que muchos diputados podrían irse de Cuesta de Moras, cruzar Barrio la California y pedir trabajo en el Poder Judicial, donde aparentemente es que han querido trabajar toda su vida. Cada proyecto que propone el ejecutivo con sus quinientas trabas nos demuestra que el país es inoperante y cada recurso de amparo nos muestra que la Sala Cuarta es quien gobierna, dicta, legisla, ejecuta y manda en Costa Rica.
Entonces Costa Rica no es un circo. En un circo cada cual sabe lo que hace y el maestro de ceremonias dirige todo. En Costa Rica nadie sabe lo que hace y todos terminan por intentar hacer algo que no les corresponde. Nuestra maestra de ceremonias improvisa con ocurrencias y al final es el público el que se hace su propio espectáculo, y cuando termina la obra, todos se levantan a abuchear para mostrar su descontento. Costa Rica es más un chiste de mal gusto… y excesivamente largo.
David Ching
2012