Cada cuatro años en el Día Internacional de los Trabajadores cincuenta y siete personas que toman las decisiones legislativas del país se levantan de sus curules y se van para sus casas, a sus oficinas y sus proyectos personales, entonces, otros cincuenta y siete diputados elegidos por el pueblo van a Cuesta de Moras a cargar en sus hombros el congreso de Costa Rica. No mucho tiempo después la Casa Presidencial cambia de cabecilla y se inicia así lo que llamamos ‘‘un nuevo gobierno’’. Ha pasado ya un año desde que ocurrió por última vez tan particular suceso. Durante este tiempo hemos vivido un quehacer político que va desde unas elecciones de directorio legislativo particularmente conflictivas, hasta un viraje en la dirección de la mayoría de los actores políticos. Vale la pena entonces reflexionar sobre estos cambios.
Remontándonos en primera instancia al poder legislativo; hace un año se proyectaba una asamblea que buscaba darle continuidad –al menos en el oficialismo- a los proyectos de la administración Arias Sánchez; con personas como Guillermo Zúñiga y Viviana Martín ocupando un curul (Ministro de Hacienda y Ministra de Justicia, respectivamente de dicha administración), era difícil imaginar un panorama diferente. A pesar de esto, tras el escándalo del alza salarial en las planillas de los diputados, la fracción liberacionista parece haber perdido rumbo, dividiéndose a tal punto que dentro de la misma se formó un grupo de once diputados que planean actuar ‘‘con mayor independencia’’.
Fue precisamente en este plano donde el gobierno sufrió una de sus más sensibles bajas pues el señor Zuñiga, presidente de la Comisión de Asuntos Hacendarios de la Asamblea Legislativa, decidió abandonar su curul aduciendo falta de comunicación con el poder ejecutivo. Es rescatable que uno de los principales proyectos que se ha propuesto la señora Presidenta es una reforma fiscal, que busque solventar los problemas de finanzas públicas. Tomando esto en cuenta, la salida de don Guillermo no se puede ver cómo otra cosa que un fracaso del ejecutivo, puesto que representa la pérdida una pieza clave – y probablemente una de las personas con mejores capacidades para tratar temas tributarios en el país- en un proyecto de ley crucial para alcanzar las metas de gobierno.
El cambio de 180 grados (si se puede llamar así) no es tan solo un mal propio del oficialismo, la oposición también parece haber tomado caminos alternos, tanto así que sólo los diputados independientes han mantenido cierta ‘‘coherencia’’. Por un lado, tras los acercamientos entre el Movimiento Libertario y el Partido Liberación Nacional, todo parecía encaminarse a un trabajo en conjunto que aseguraría un directorio legislativo oficialista por cuatro años, sin embargo, en menos de uno ya se habla de la creación de un congreso encabezado por la oposición, en el cual los libertarios ocuparían la presidencia durante el segundo período. Por otro lado el Partido Acción Ciudadana, que se proyectaba como una alianza progresista que representaría la segunda fuerza opositora tras las elecciones, se ha aliado con el partido más liberal de la asamblea legislativa y ha mostrado carencia de figuras y divergencias internas. Los diputados rojiamarillos no han relucido durante este año y mientras el jefe de fracción (don Juan Carlos Mendoza) se postula para presidencia del congreso, otro diputado (don Claudio Monge) afirma que ‘‘se corta las manos’’ antes de votar por el ML o el Partido Unidad Social Cristiana, amenazando la coalición opositora. Por su parte, el PUSC y el Partido Accesibilidad Sin Exclusión, no han mostrado una tendencia clara.
La primera impresión que nos da este viraje extraño de actores políticos es que no existe un claro proyecto a futuro en el país o que este ha sufrido un cambio repentino cuyo destino aún no es muy claro. Tanto la oposición como el oficialismo parecen estar fragmentados y tener problemas de comunicación y liderazgo que han dificultado la labor legislativa y entorpecido el avance que se proyectaba para el país, sin embargo, el ejecutivo parece estar actuando bajo la misma tendencia.
La señora Laura Chinchilla Miranda, había predicado en campaña un discurso de continuidad con las obras de la administración Arias Sánchez, así como una mejora con respecto a seguridad ciudadana, en la cual jugaría un papel fundamental el ministro de seguridad designado, José María Tijerino. Al notar que de los 21 ministros que ella escogió para conformar su gabinete, 4 habían sido parte del gabinete anterior, así como la misma presidenta, era esperable un gobierno con una línea parecida, sin embargo, al poco tiempo de asumir el poder, se empezaron a hacer claros los roces entre la presidenta y el ex presidente, así cómo se empezó a dar menos protagonismo a los proyectos iniciados en la administración Arias Sánchez, abandonando incluso algunos (cómo el proyecto Limón Puerto Ciudad que fue retomado posteriormente). Del mismo modo, el señor José María Tijerino presentó la renuncia a su cargo en menos de un año, dejando grandes dudas sobre los verdaderos logros del actual gobierno en materia de seguridad.
En menos de un año, el pueblo costarricense ha visto la renuncia de cuatro ministros (Giselle Goyenaga, Clotilde Fonseca, Marco Vargas y José María Tijerino) dos de los cuales (Presidencia y Seguridad) juegan un papel fundamental en la política a seguir del gobierno, tanto por la importancia que tienen per se como por el posicionamiento que se les dio a dichas materias en campaña. De nuevo, esto muestra un claro problema de coordinación –dadas las condiciones de la renuncia del señor Vargas-, así como una diferencia entre el gobierno que se ha desempeñado y el gobierno que se esperaba para los cuatro años de gestión.
La política costarricense ha sufrido cambios determinantes que nos dan una pequeña muestra de lo que será la presenta administración. Si el electorado esperaba que Zapote y Cuesta de Moras siguieran su camino ‘’hacia adelante’’, todo parece indicar que más bien se dio un giro de 180 grados, fruto de la falta de coordinación, comunicación y liderazgo (tanto del oficialismo como de la oposición). De lo anterior, podemos concluir que tanto la dirección como el destino de Costa Rica en los tres años de administración que restan, proyectan ser un completo misterio atado a los vaivenes y tropiezos –legislativos y ejecutivos- que el destino nos depare.
29 de Abril del 2011
David Ching Vindas